(Bloomberg).- A partir del próximo jueves, se cobrará un impuesto al "superlujo" de 10% a los coches que cuesten más que eso para "orientar un consumo razonable" y bajar las emisiones, anunció el Ministerio de Finanzas del país

La medida tiene tantas probabilidades de paralizar la demanda de vehículos de lujo en como un Honda Civic de ganarle a un Bugatti Veyron en una carrera callejera.

Mire, por ejemplo, los estragos sufridos por debido a la campaña anticorrupción del presidente Xi Jinping desde la implementación de esa política en 2013.

Lejos de sufrir, las ventas de coches en China superaron las de Alemania y luego las de Estados Unidos, a tal punto que ahora el país es su mercado más grande.

Los últimos 12 meses han sido particularmente propicios para vender coches caros en China, un motivo obvio por el cual Beijing podría querer reprimirlos.

La registración de hipercoches deportivos premium como el Aventador de Lamborghini aumentó 47% en el primer semestre de este año, según el analista de Bloomberg Intelligence Steve Man, y la de las marcas Rolls-Royce, Maserati, Bentley y Aston Martin creció más de 60%.

Los autos de lujo son un ejemplo clásico de los bienes de Veblen, productos cuya demanda a veces crece en vez de caer a medida que aumentan los precios.

Ese comportamiento paradójico parece ser particularmente común en China: mientras que el mes pasado las concesionarias en Estados Unidos vendían hasta el exclusivo Buick de General Motors Co. con descuentos del 20%, en China, "algunos de nuestros vehículos incluso se venden por encima de los precios de lista", dijo el presidente de Daimler, Dieter Zetsche, con un dejo de asombro moderado, en una conferencia sobre ganancias en julio.

Es más probable que las políticas fiscales hagan la diferencia en el extremo más bajo del mercado, donde los consumidores son más sensibles a los precios. La reducción por la mitad de los impuestos sobre la venta de coches con motores de menos de 1.6 litros promulgada por Beijing en octubre de 2015 sin duda estimuló la demanda, pero sólo logró reducir la participación de mercado de los coches de mayor tamaño de 8.2% en los doce meses anteriores a 7.7% en los siguientes 12.

Las automotrices británicas sobrerrepresentadas en el mercado de superlujo tienen otra ventaja. Con sus volúmenes diminutos, precios exorbitantes, obsesión por la calidad y clientelas globales, las marcas de lujo tienden más a tener una fábrica en Inglaterra que en China.

En consecuencia, nombres como , Rolls-Royce y Bentley ya estarán aprovechando los beneficios de sus ventas en China como resultado de la devaluación de la libra esterlina tras el Brexit, que depreció casi 9% la moneda frente al yuan en los últimos seis meses.

Esas marcas podrían aprovechar eso para contrarrestar la campaña de austeridad de Beijing y bajar los precios. Si lo harán o no es otro tema, dado el riesgo de minar su prestigio. Después de todo, la industria de los coches de lujo no existiría si los clientes fuesen el tipo de gente que cuenta las monedas.