La caída de los precios de materias primas ejerce una presión instantánea sobre las finanzas públicas, al igual que es probable que  aumente la carga de hacer frente a una crisis de salud pública.
La caída de los precios de materias primas ejerce una presión instantánea sobre las finanzas públicas, al igual que es probable que aumente la carga de hacer frente a una crisis de salud pública.

La recompensa por brindar a la economía mundial las materias primas que necesita para crecer es una vulnerabilidad perpetua. La hiperglobalización de las últimas décadas, y el relacionado milagro del crecimiento chino, produjeron grandes beneficios para los productores de materias primas de todo tipo.

Ahora, a medida que la conmoción de la pandemia del se abre camino a través de la nueva y enredada tubería económica del mundo, las economías dependientes de las materias primas se ven expuestas.

Los peligros que enfrenta este grupo –UNCTAD, un organismo de comercio e inversión de las Naciones Unidas, clasifica a 102 economías como dependientes de materias primas– difieren de los de los países estrechamente vinculados a las cadenas de suministro manufactureras.

Para ellos, la caída de los precios de materias primas ejerce una presión instantánea sobre las finanzas públicas, al igual que es probable que aumente la carga de hacer frente a una crisis de salud pública.

Administrar una economía basada en materias primas nunca es fácil. Cuando los precios suben, los gobiernos deben preocuparse por el gasto excesivo y la toma de riesgos financieros. Cuando caen, los presupuestos se quiebran y los inversores extranjeros alzan vuelo, incluso a medida que crece la necesidad de gasto interno y crédito fácil. Los exportadores de materias primas han enfrentado más tiempos malos que buenos en las últimas épocas.

Han sido golpeados por una desaceleración en la economía china ávida de materiales, una revolución de esquisto en Estados Unidos que cambió drásticamente los mercados mundiales de petróleo a mediados de la década de 2010, y disputas comerciales que debilitaron el crecimiento.

Parecía que la marea estaba cambiando a fines del año pasado, con una tregua comercial entre Estados Unidos y China que apoyó un resurgimiento fluctuante en la manufactura mundial. Y cuando los productores comenzaban a soñar con mejores tiempos, apareció el COVID-19 para echar por tierra sus aspiraciones.

Los mercados han caído dramáticamente a medida que la pandemia ha ganado fuerza. Los precios de la soja disminuyeron en casi un 6% desde los máximos de enero, el cobre ha caído en más del 10% y el petróleo en alrededor del 30%. El crudo Brent, que alcanzó US$ 74 por barril en abril del año pasado y US$ 69 en enero, ahora se cotiza a alrededor de US$ 52. Los precios podrían seguir cayendo si las perspectivas de la economía se deterioran aún más, y los viajes y el comercio disminuyen.

Es alentador escuchar buenas noticias desde China, donde el número de nuevos casos del virus continúa disminuyendo. La economía china representa aproximadamente la mitad de la demanda mundial de metales industriales y más del 10% de la demanda mundial de petróleo. Pero el regreso a la normalidad económica en China podría retrasarse por el efecto boomerang de la propagación de la enfermedad a otros lugares.

La caída de los precios golpeó los ingresos públicos en un momento en que un mayor gasto gubernamental significa que las finanzas públicas ya están bajo presión en países como Arabia Saudita.

El FMI estima que el precio de equilibrio fiscal del petróleo para muchas grandes economías exportadoras de petróleo (el precio que equilibra el presupuesto del gobierno) está muy por encima de los niveles actuales: más de US$ 100 por barril en Argelia e Irán, por ejemplo, y más de US$ 80 por barril en Arabia Saudita.

Incluso Rusia, con un precio de equilibrio de alrededor de US$ 42, pronto puede sentir un ajuste. Un reciente análisis del FMI sobre las economías del Golfo Pérsico señala que, si bien la mayoría acumuló ahorros a medida que los precios del petróleo aumentaron entre 1997 y 2007, el gasto creció más rápido que los ingresos en los siguientes siete años.

Las reformas fiscales implementadas entre el 2014 y 2018, cuando los precios del petróleo entraron en una depresión prolongada, han ayudado, pero la mayoría de las economías del Golfo continuaron reduciendo sus fondos soberanos y acumulando deuda.

La semana pasada, los productores de la OPEP y aliados como Rusia se reunieron en Viena para discutir formas de elevar los precios del petróleo. La consultora Capital Economics esperaba que acordaran un recorte de emergencia de la producción de 1 millón de barriles por día durante al menos tres meses.

Los recortes en la producción debido a la baja demanda de materias primas también afectan la fortaleza de la economía nacional: hay menos trabajo y menos dinero para gastar en bienes y servicios locales. Los pronósticos de crecimiento ya se están revisando a la baja para países ricos en minerales como Rusia y Sudáfrica.

Los analistas del banco Goldman Sachs estiman que una caída del 10% en los precios de materias primas podría reducir más de un punto porcentual el crecimiento del PBI en Perú y Chile: ambos son exportadores de productos industriales como el cobre que dependen en gran medida de la demanda de China.

La creciente presión fiscal sobre las economías de materias primas difícilmente podría llegar en peor momento. Gestionar la amenaza viral será costoso. La carga en algunos países como Irán, donde ya se han confirmado casi 3,000 casos del virus, podría ser aplastante.

En otras regiones productoras de materias primas, como América Latina y África subsahariana, todavía se han confirmado muchos menos casos, y los climas cálidos y secos podrían limitar la transmisibilidad del virus. Pero es demasiado pronto para suponer que no se verán afectados.

Un shock económico severo pero temporal parece una excusa perfectamente razonable para que un gobierno pida prestado más de lo planeado. Las economías basadas en materias primas con un historial de gestión macroeconómica capaz pueden tener déficits más grandes sin temor a una reacción violenta del mercado; de hecho, los rendimientos de los bonos emitidos por Australia han caído bruscamente en el último mes, reduciendo el costo de los préstamos para un gobierno que enfrenta una doble amenaza para la salud pública y la economía.

Otros grandes productores de materias primas deberán ser más cuidadosos. En aquellos con antecedentes de reciente estrés financiero, como Argentina y Venezuela, la pandemia de COVID-19 podría acumular miseria sobre miseria. Brasil escapó recientemente de un ciclo de incontinencia fiscal, escepticismo de mercado y aceleración de la inflación.

Los menos predecibles de todos son los efectos políticos de una potencial pandemia. En buenos tiempos, la riqueza de las materias primas puede mitigar las quejas de los descontentos políticos, mientras que las circunstancias difíciles exponen todo tipo de males. La caída de los últimos años ya ha generado desafección pública en las economías de materias primas, desde Rusia hasta Bolivia.

El shock del COVID-19 pondrá a prueba los sistemas políticos de todo el mundo. Entre los productores de materias primas, especialmente aquellos con poco margen de maniobra fiscal, las fracturas estarán expuestas de forma más rápida y, ocasionalmente, de manera más destructiva.