Redacción Gestión

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Da igual que nieve, que Nueva York amanezca helado o que el calor asfixie. Siempre hay una cola kilométrica en medio de Madison Square Park para comprar una hamburguesa de la cadena , que en la mayoría de los ránking triunfa como una de las mejores de Nueva York.

La línea de espera (de un mínimo de media hora) se repite en el resto de localizaciones de la marca, donde los clientes pagan satisfechos un promedio de US$ 13 (11.4 euros) en cada compra.

El potencial de negocio fue visto pronto por Danny Mayer, que fundó la empresa en 2001. En la corta historia de la firma, ha pasado de ser un puesto en Madison Square a operar 63 y a presumir de comensales habituales como Obama. Una expansión que acaba de marcar su último hito: Wall Street, testigo de un éxito tan espectacular como peligroso.

Cambio de tendenciaAsí lo aseguran los expertos que analizan el debut en Bolsa de Shake Shack, que saltó al parqué el pasado viernes con una revalorización de más del 120%. Se estrenó con un precio de US$ 21, pero en la apertura saltó por encima de los 47, llegado a tocar incluso los US$ 52 y alcanzando una valoración de 1.800 millones, que equivale a 280 veces el beneficio operativo del año pasado. O, lo que es lo mismo: a US$ 150 por cada hamburguesa vendida en 2013.

Estas cifras han desatado el miedo entre los expertos a lo que han denominado «la burbuja de la hamburguesa», pues temen que Shake Shack plante la semilla de una sobrevaloración que sólo apaciguaría un sorprendente crecimiento a corto plazo.

Es verdad que la cadena, que ha estabilizado sus acciones por encima de los US$ 40, planea seguir abriendo restaurantes en el extranjero. Pero también es cierto que su capitalización supone que cada restaurante está valorado en US$ 27 millones, lejos de los 2.5 millones de cada uno de McDonald's.

Sólo el tiempo dirá si se trata de una burbuja o sólo de una historia de éxito, pues Shake Shack, según parte de los expertos, sólo estaría demostrando el triunfo de una nueva tendencia en EEUU: el fast casual, que ofrece comida rápida preparada en el propio restaurante, más fresca que en los tradicionales McDonald's o Burguer King, donde los trabajadores sólo ensamblan los ingredientes cocinados fuera del local.

Chipotle o Habit Restaurants, representantes del fast casual, también están triunfando en Bolsa. Y quizá demostrando que el fast food ya está pasado de moda, como hace sospechar la caída constante de ventas de McDonald's, sumida en una de sus peores crisis.

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