¿Cinco dólares? ¿En serio? Un misterioso ataque se llevó casi seis millones al día del suministro de petróleo de Arabia Saudita, y casi una semana después vemos un aumento de menos del precio de una cerveza. Eso significa que el mercado funcionó. Los precios se dispararon inmediatamente después, y luego las palabras de alivio de Arabia Saudita calmaron a todo el mundo, al punto de recordarles lo desolador que se ve el panorama para el petróleo en el 2020. Entonces, los precios cayeron nuevamente, aunque no del todo. Después de todo, las explosiones son cosas preocupantes; en este caso, más preocupantes que lo que indican los precios.
Atrapado entre la guerra comercial y los destellos de una guerra real, el petróleo parece más preocupado por la primera. La conferencia de prensa de Arabia Saudita el martes de hecho fue más ambigua sobre el estatus de la producción del país de lo que indica el retroceso del petróleo. Sin embargo, fue suficiente para un mercado más bien bajista.
El riesgo más evidente que persiste es la retaliación. Tanto Arabia Saudita como EE.UU. culpan a Irán de los ataques, y el riesgo de un contrataque y un escalamiento mayor es más gris que negro en este momento. El riesgo menos evidente está relacionado con el aseguramiento.
El mercado petrolero depende mucho del aseguramiento, pero los seguros solo funcionan si se puede contar con ellos. Y dos de las políticas más importantes del petróleo ahora parecen más ambiguas.
Una es la capacidad de producción sobrante de Arabia Saudita. El mercado la trata como inventarios de petróleo, pero mejor, porque para efectos prácticos es inagotable. Los 2.3 millones de barriles al día de capacidad sobrante de Arabia Saudita representan dos tercios del respaldo del mundo (y la mayor parte de lo demás está en los vecinos estados del Golfo). Aunque las vulnerabilidades de una instalación tan crítica como Abqaiq han sido estipuladas por años, pocos realmente esperaban un ataque directo de esta magnitud. Incluso bajo las estimaciones (probablemente optimistas) de Arabia Saudita, esta antes considerada intocable capacidad no estará totalmente disponible hasta finales de noviembre.
La otra es una especie de política de reaseguramiento que apoya esa capacidad sobrante: las garantías de seguridad de EE.UU. Desde la rápida acusación del secretario de Estado, Mike Pompeo, contra Irán y el tuit en el que el presidente Donald Trump aseguraba estar preparado para una respuesta, la Casa Blanca ha adoptado una postura más errática, pasando de las amenazas a los llamados a la diplomacia. Trump también ha hecho énfasis en que aunque respalda a Arabia Saudita, el suministro propio de petróleo hace a EE.UU. menos dependiente de la región.
Esto puede reflejar una simple conveniencia política, ya que una participación de EE.UU. en un conflicto de Medio Oriente que eleve los precios del petróleo sería un telón de fondo desastroso para la campaña de reelección de Trump.
No obstante, es sorprendente que Washington se haya contenido, pese a la aparente certeza sobre el rol de Irán en el ataque a lo más sagrado del petróleo. Además, no es posible pasar por alto las evasivas, dado el contexto del nuevo enfoque transaccional de EE.UU. de alianzas y garantías en lo que antes parecían ser puntos fijos en el mapa geopolítico.
Otras políticas del mercado de aseguramiento del petróleo permanecen. Una de ellas es el mercado de futuros, aunque últimamente ha habido un notorio retiro del dinero especulativo, aplastado por lo inesperado y cerca de sucumbir a una apatía general hacia la energía.
También hay existencias físicas como la Reserva Estratégica de Petróleo y casi 3,000 millones de barriles de inventario comercial en los países de la OCDE. Aunque no está tan claro, China podría tener entre 820 millones y 940 millones de barriles en existencias estratégicas y comerciales, estima Michael Meidan, del Instituto Oxford para Estudios Energéticos.
Aun así, las existencias también son una política de aseguramiento imperfecta. Mecanismos como las liberaciones colectivas diseñadas por la Agencia Internacional de Energía se han usado en pocas ocasiones, incluso cuando los precios se han disparado a niveles que amenazan la economía. Los tuits de Trump sobre la Reserva Estratégica la semana pasada sugieren que no hay coordinación con otros miembros de la AIE. Ante un problema verdadero, hay un impulso más fuerte a acaparar que a distribuir para el bien común.
El tema unificador aquí es, curiosamente, la fragmentación. Como escribieron Sarah Ladislaw y Nikos Tsafos del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales en un informe publicado un día antes de los ataques:
Durante varias décadas, la seguridad energética ha sido definida y perseguida en el mundo multilateral mediante mercados relativamente abiertos y transferencia de tecnología, en donde las relaciones energéticas se han convertido en una materia prima. Pero ese mundo podría desaparecer pronto: las relaciones energéticas se están volviendo más políticas, el comercio abierto puede abrir el paso a las fricciones y las grandes potencias podrían utilizar las relaciones energéticas o la tecnología energética para ganar ventaja sobre las demás.
El ascenso del petróleo a la preeminencia energética en la posguerra ha sido un testimonio de la globalización, respaldado en gran medida por el compromiso muscular de Estados Unidos con los mercados libres. El petróleo se volvió omnipresente no solo porque es útil, sino porque lo consideramos efectivamente omnipresente.
El dominio de la energía, como la guerra comercial, es un alejamiento radical del mundo que hemos conocido, por lo que el flujo libre de moléculas no necesariamente se puede dar por sentado. Uno de los mayores desarrollos en energía de las últimas dos décadas es la creciente globalización de los mercados regionales de gas natural, haciéndolos más como el petróleo. Pero es posible que estemos entrando en un periodo en el que el petróleo retrocede para encontrarse con el gas en su campo menos integrado.
Aún no estamos allí. Pero la importancia vital de la energía significa que el interés nacional se afirma rápidamente si la confianza en la seguridad del suministro se deteriora. Un mercado energético más desarticulado es un mercado energético más dinámico, que a su vez empuja a los importadores a buscar alternativas por razones estratégicas, además de las preocupaciones climáticas existentes. La semana que comenzó con explosiones en el corazón del petróleo, después de todo, termina con protestas masivas en su contra en todo el mundo. Esas explosiones en Arabia Saudita no cambiaron el mundo; más bien, iluminaron lo que ya está cambiando.
Por Liam Denning