César Antúnez de mayolo
Profesor Pacífico Business School
Usted tiene un cargo directivo y le reporta al CEO de la empresa.
Ante una coyuntura económica desfavorable, en los últimos meses los resultados en su unidad no son buenos, y cada vez que tiene que mostrar sus KPI en los comités semanales, el CEO, sin ser irrespetuoso, lo presiona sobremanera, haciendo que usted se sienta avergonzado.
Eso hace que se esfuerce más en revertir la situación de su unidad.
Por otro lado, suele recibir quejas de colaboradores que, ante otros jefes que son reportes directos suyos, son humillados públicamente por sus resultados, con adjetivos calificativos y siendo constantemente comparados con otros colegas, lo que les genera una situación de estrés permanente.
Por ese estilo de dirección y por el deseo de no quedar en ridículo ante un superior, algunos mejoran sus resultados.
Usted sabe que hay que cuidar el clima laboral, y si bien la presión extrema lo deteriora, logra que ciertos colaboradores mejoren sus resultados.
¿Es el deseo de evitar el ridículo un buen motivador? ¿Cuál es el límite para ejercer una presión extrema por los resultados? ¿Un trabajador que siente vergüenza por el trato de un superior podrá seguir confiando en él?
El temor al ridículo
¿Lograr el objetivo comercial del mes, terminar de analizar un proyecto importante, lanzar un nuevo producto o sacar los estados financieros oportunamente?
Todos vivimos pendientes de cumplir con objetivos empresariales a través de actividades propias y de nuestros equipos.
Sin embargo, es natural que nos frustremos si no logramos lo propuesto, lo que puede ir acompañado de vergüenza, si percibimos que no estamos siendo efectivos.
En circunstancias extremas, los colaboradores motivados por la vergüenza no llegan a comprender plenamente qué hicieron mal o qué debería ser mejorado, enfocándose solo en sobrevivir.
Miedo que mata la pasión
Como estilo de dirección, un líder que infringe mucha vergüenza en sus subalternos, sembrará miedo, pero no pasión.
Cuando los colaboradores son criticados o relegados públicamente, empiezan a perder confianza en sí mismos, llenándose y de inseguridades y miedo, lo que los lleva a cometer más errores, pues se ponen nerviosos, pierden foco, se les escapan pequeños detalles y no llegan a completar sus trabajos, mostrando lento progreso.
La vergüenza genera como una “voz interna” que le dice a un empleado lo que piensa su jefe: “Eres un tonto” o “eres un inútil”, viéndose como ridículo o inefectivo, sintiéndose desaprobado por otros, aun cuando nadie lo esté rechazando.
¿Quiénes siembran más vergüenza?
Los jefes que generan más vergüenza en sus subalternos son aquellos que rara vez los felicitan o recompensan por sus éxitos y más bien están constantemente encontrándoles errores, dando la sensación de disfrutar de ese proceso y, muchas veces, jactándose de que ellos no se equivocan.
Es bueno que un colaborador se sienta responsable por su trabajo y que se preocupe si no lo cumple bien.
No obstante, la esencia de la labor directiva consiste en desarrollar personas, y difícilmente se podrá hacer si nos enfocamos en infligir vergüenza, sin preocuparnos por las causas raíces de un bajo desempeño en nuestros reportes directos.