A los economistas, que ensalzan las virtudes de los mercados laborales saludables, les gusta pensar que practican lo que predican. No tan así. En la conferencia de este año de la Asociación Estadounidense de Economía (American Economic Association o AEA) en San Diego, la falta de diversidad de la profesión era una de las prioridades en la agenda. En una sesión titulada “¿Cómo puede la economía resolver su problema racial?” Janet Yellen, ahora presidenta de la AEA, resumió la situación como una pérdida de talento y algo “profundamente injusto”.
Fue el segundo año que las barreras para entrar en la profesión ganaron relevancia en la reunión anual más grande de economistas. Los primeros resultados de la presión para mejorar fueron evidentes. Como parte de un esfuerzo liderado por Ben Bernanke, predecesor de Yellen, un abogado contratado por la AEA estuvo presente para escuchar cualquier queja sobre mala conducta profesional. Las suites de hotel estaban reservadas para aquellos que realizaban entrevistas de trabajo, evitando cualquier necesidad de que los candidatos se sentaran en las camas.
Para los que defienden una mayor diversidad, la atención fue bien recibida. Anna Gifty Opoku-Agyeman, cofundadora del Colectivo Sadie, una iniciativa para impulsar la representación de mujeres negras en la economía, dijo que “le encantó cómo el liderazgo se puso de manifiesto en la sala y no solo fue un eco al vacío”. Sin embargo, la historia sugiere que el impulso puede ser difícil de mantener. Muchos participantes señalaron que los problemas no eran nuevos. Los años setenta y ochenta vieron una oleada de actividades destinadas a promover la diversidad, dijo Cecilia Conrad, de Pomona College, “y luego se detuvo”.
Un documento presentado por Cleo Chassonnery-Zaïgouche de la Universidad de Cambridge, escrito con Beatrice Cherrier de la Universidad de Cergy-Pontoise y John Singleton de la Universidad de Rochester, abordó los esfuerzos para reducir las barreras de entrada en la década de 1970 mediante la implementación de nuevas prácticas de reclutamiento, incluyendo la publicación de ofertas de trabajo. Pero una vez que la presión disminuyó, también lo hicieron los esfuerzos.
Parte del problema fue una desavenencia sobre cómo pensar en el problema. Algunos economistas observaron que la falta de diversidad de la profesión indicaba información imperfecta o tal vez una inversión insuficiente en capital humano; otros diagnosticaron un defecto más profundo en su marco intelectual. A principios de la década de 1990, aquellos que pedían medidas para alentar la intervención de las mujeres en la economía se dividieron en dos grupos, uno que reunía datos y organizaba tutorías, y el otro que desarrollaba el campo de la economía feminista.
Los actuales pedidos de una mayor diversidad también incluyen críticas a la disciplina misma. Yellen citó una respuesta a la encuesta de AEA sobre sus miembros, de un afroamericano que acusó a los libros de texto de ignorar la raza como un contribuyente al desempleo estructural "porque la economía está dominada por personas que tienen poca preocupación por las consecuencias del racismo".
Ebonya Washington, de la Universidad de Yale, preguntó si la economía debería tener una subdisciplina considerando los problemas raciales, como lo hacen otras ciencias sociales. Aunque los economistas están acostumbrados a dar cuenta de la raza en sus investigaciones estadísticas, dijo Trevon Logan, de la Universidad Estatal de Ohio, carecían de enfoques teóricos sólidos al respecto.
Al comienzo de sus carreras, los economistas son educados para pensar en las personas como individuos atomizados. Por lo tanto, luchan para hacer frente a los problemas considerados en el subcampo de "economía de estratificación", en el que las personas son estudiadas como miembros de grupos.
Algunas de las críticas respaldan la afirmación de que excluir a personas de ciertos orígenes limita lo que la élite de la profesión considera buenas ideas. Randall Akee, de la Universidad de California en Los Ángeles, habló de posponer la investigación que quería hacer sobre los pueblos indígenas y trabajar en cambio sobre otros temas, para ser tomado en serio. La diversidad, dijo Conrad, significaría “nuevas preguntas y nuevas formas de ver el mundo”.
Los economistas senior pueden estar dispuestos a lidiar con las prácticas de reclutamiento. Pero no está claro si están listos para reevaluar sus marcos intelectuales, o de hecho derrocar las jerarquías sobre las que están en la cima. “Necesitamos motivar el cambio en toda la profesión”, dijo Yellen. “Eso llevará tiempo”.