(Foto: WEF)
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WEF en colaboración con The Conversation

La Cuarta Revolución Industrial ha llegado. La primera fue la revolución industrial impulsada por la máquina de vapor; la segunda estuvo relacionada con las innovaciones de la línea de montaje de Henry Ford. La tercera fue la de la microelectrónica y el uso de los ordenadores en las fábricas. Ahora, las empresas manufactureras están comenzando a integrar en sus flujos de trabajo la robótica, la automatización y otras tecnologías basadas en datos.

Los robots se han hecho cargo de tareas físicas difíciles, peligrosas y repetitivas, mejorando la seguridad de las fábricas, la comodidad del trabajador y la calidad del producto. La próxima fase de innovación laboral hará lo mismo con el trabajo cognitivo, eliminando de nuestra rutina diaria las tareas mentalmente estresantes y repetitivas.

El trabajo humano será más versátil y creativo. Los robots y las personas trabajarán más unidos que nunca. Las personas utilizarán sus habilidades únicas para innovar, colaborar y adaptarse a nuevas situaciones. Se enfrentarán a tareas complejas con razonamientos basados en el conocimiento. Las máquinas equipadas con las tecnologías que ahora se están popularizando (como los asistentes virtuales Siri y Alexa, sensores portátiles como FitBits y relojes inteligentes) se encargarán de los procesos más rutinarios.

La gente seguirá siendo esencial en las fábricas, incluso cuando los robots se vuelvan más comunes. Los futuros operadores contarán con soporte técnico y serán más fuertes, estarán más informados y seguros y constantemente conectados.

Llamamos a esta nueva generación de trabajadores humanos con tecnología avanzada, “Trabajador 4.0”. Hay varios tipos de mejoras disponibles, que se pueden usar individualmente o combinadas, para poner a los humanos en el centro de esta revolución tecnológica.

Un cambio sencillo permitiría a los trabajadores usar exoesqueletos robóticos para potenciar su fuerza. Un “operador de fuerza” podría permitir que un humano tuviese la potencia física de un robot grande. En los almacenes y en el sector de la construcción, los trabajadores se exponen a sufrir lesiones y al agotamiento al manipular objetos pesados. También se producen situaciones de peligro cuando usan una herramienta potente con poca adaptabilidad, como una carretilla elevadora.

Los beneficios van más allá del lugar de trabajo. Por supuesto, un trabajador con un traje robótico puede manejar fácilmente objetos extremadamente pesados sin perder la flexibilidad de los movimientos humanos naturales. El trabajador también estaría menos expuesto a sufrir lesiones graves por accidentes o exceso de trabajo. Y al final de la jornada, el trabajador podría quitarse el exoesqueleto y seguir teniendo energía para jugar con sus hijos o para pasar tiempo con sus amigos.

Los pilotos de combate usan pantallas frontales, que les proporcionan información crucial directamente en el parabrisas de la cabina y en su línea de visión. Se conoce como “realidad aumentada” porque muestra información del mundo en directo. Antes era una tecnología muy especializada y cara. Ahora, HoloLens de Microsoft la pone a disposición de los consumidores.

Un “operador de realidad aumentada” puede recibir instrucciones o asistencia sin interrumpir la tarea que está realizando. A menudo, cuando se desarrollan nuevos equipos o procesos, los formadores tienen que viajar desde muy lejos a las fábricas y quedarse en el lugar durante semanas para formar a los trabajadores. Los diseñadores hacen lo mismo y reciben comentarios sobre qué cambios o mejoras llevar a cabo. Todo ese proceso conlleva una gran cantidad de tiempo y es extremadamente caro. Con la realidad aumentada, esos gastos pueden llegar a ser innecesarios.

Un trabajador que lleve unas gafas inteligentes puede recibir instrucciones personalizadas que se muestren paso a paso justo frente a sus ojos, sin importar dónde esté mirando. Y con unos auriculares y un micrófono se podría hablar directamente con los formadores en tiempo real.

Más seguros
Los procesos que se llevan a cabo en las fábricas pueden llegar a ser peligrosos debido al uso de equipos pesados, productos químicos cáusticos y otros objetos que pueden dañar y matar a los trabajadores. Un “operador de seguridad” puede estar equipado con sensores portátiles para controlar la frecuencia del pulso, la temperatura corporal, la exposición a productos químicos y otros factores que indiquen riesgo de lesiones.

Este tipo de sistemas ya está disponible: los conductores de camiones pueden usar el Maven Co-Pilot, un auricular manos libres que detecta los síntomas de fatiga, como las sacudidas de cabeza. También puede asegurar que los conductores revisen los espejos retrovisores con regularidad para mantenerse al tanto del tráfico que les rodea. Incluso se pueden programar recordatorios para descansar. Esto ayuda a mantener a salvo al conductor del camión y mejora la seguridad vial de los demás.

Las posibilidades son ilimitadas
Un “operador analítico” llevaría un monitor que mostrase datos y análisis en tiempo real, como información sobre productos químicos en una planta de tratamiento de aguas residuales o contaminantes en una incineradora.

Un “operador colaborativo” podría estar vinculado a robots colaborativos o co-bots, como el asistente de montaje YuMi.
Un “operador de inteligencia” podría estar equipado con un asistente personal virtual inteligente, como un Siri o Alexa avanzado.

No tiene por qué haber conflicto entre robots y humanos. Las máquinas no le roban el trabajo a las personas para dejarlas en el paro. La tecnología debe diseñarse teniendo en cuenta la colaboración. De esa forma, tanto las empresas como los trabajadores podrán beneficiarse de las respectivas fortalezas de los humanos y de las máquinas. Además, la flexibilidad inherente de los trabajadores que se adapten al “Trabajo 4.0” ayudará a garantizar que los lugares de trabajo del futuro puedan cambiar y adaptarse. Eso significa ser cada vez más eficientes y trabajar más seguros a medida que surjan nuevas tecnologías.

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