Tim Cook, CEO de Apple.
Tim Cook, CEO de Apple.

Los impresionantes resultados trimestrales de las mayores compañías de tecnología demuestran que no están ni cerca de saturar sus mercados de consumo, de agotar sus ciclos de innovación o de alcanzar la maduración del crecimiento. Si uno ahonda un poco más verá que esos informes también ilustran la creciente y sustancial importancia sistémica del sector. Sin embargo, para el sector tecnológico, este desarrollo tiene un lado negativo evidente.

De la mano de una mayor importancia sistémica suele venir un mayor escrutinio. Y, por cierto, los gigantes tecnológicos prósperos e innovadores de hoy actualmente enfrentan la perspectiva de esfuerzos redoblados por regular y gravar sus actividades. Cuanto más tiempo les lleve a estas compañías reconocer su importancia sistémica, mayor la probabilidad de una reacción violenta y más potente de parte de los gobiernos y del público, lo que afectará a las empresas y minará su capacidad para seguir generando innovaciones que impulsen de manera genuina el bienestar de los consumidores.

Cuando el sector tecnológico empezó su evolución hacia una importancia sistémica, estaba conformado por una colección de empresas nuevas y ambiciosas que poseían tecnologías de avanzada. Más allá de alterar los sectores y actividades económicos existentes, estas tecnologías terminaron generando una nueva demanda de los nuevos productos y servicios que tenían para ofrecer.

El historial de las empresas tecnológicas -que una y otra vez demostraban su capacidad para un crecimiento excepcional- les permite atraer una inversión gigantesca. Por ende, no sólo son capaces de fortalecer su posición de mercado en sus actividades principales, sino también de desarrollar capacidades innovadoras en nuevas áreas, al absorber a competidores más pequeños, reales o potenciales. Y algunas hasta son capaces de reinventarse varias veces -y, así, mantenerse de manera consistente en la frontera tecnológica.

TAGS RELACIONADOS