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Un apretado demuestra el verdadero valor de la educación, y ahora vemos que la universidad se ha salido de su precio razonable. Para muchos trabajadores, no justifica el tiempo y el dinero.

En las profundidades de la recesión, los empleadores añadieron años de a los requisitos de contratación –"el barista con una maestría"–, no necesariamente porque esa experiencia o esa educación fueran importantes para hacer el trabajo, sino simplemente porque podían darse el lujo de ser más selectivos. A medida que el mercado laboral ha mejorado, los requisitos se han relajado, sin mucho impacto para la productividad.

Esta realidad no concuerda con la sabiduría convencional para el aumento en la desigualdad económica en EE.UU. durante las últimas décadas, según la cual la tecnología, la globalización y la educación han segmentado a la sociedad en ganadores y perdedores, dependiendo de si son trabajadores de manufactura en el medio oeste o trabajadores con conocimiento en una ciudad costera.

Esa sabiduría convencional sostiene que el aumento en la desigualdad se debe a razones estructurales, no cíclicas.

Sin embargo, como han demostrado los últimos años, nos encontramos en un entorno en el que los empleadores están relajando los requisitos educativos, y aquellos con los menores salarios (y presuntamente menos educación) obtienen los mayores aumentos.

Entonces es posible que algo haya cambiado y que ahora el vínculo entre la educación y la desigualdad no sea tan fuerte como antes, o tal vez la teoría estaba equivocada desde el principio.

Cuando el desempleo estaba más alto, era posible pensar que más trabajadores necesitaban más educación para ganar más y hacer la economía más productiva. Pero años de desempleo muy bajo han mostrado una trayectoria diferente, a medida que millones de trabajadores obtienen salarios más altos sin tener que gastar años y miles de dólares para obtener títulos que los empleadores solo "exigen" cuando tienen la ventaja sobre los trabajadores.

Esto es significativo porque la educación es uno de los 4 artículos del presupuesto –junto a la vivienda, la salud y el transporte– que representan una carga para los trabajadores, y los formuladores de políticas tienen dificultad para enfrentar. Si EE.UU. pudiera liberar recursos de la educación, podríamos liberar recursos para atacar algo más.

No es mi intención menospreciar el valor de la educación superior; un mercado laboral más apretado no reducirá la necesidad de ingenieros o abogados titulados. Pero al igual que con otras áreas relacionadas a los mercados laborales, tal vez hemos calculado mal cuánto es apropiado.

Así como la sobreestimó el nivel de la tasa de desempleo en el que la inflación se convierte en una preocupación, y los partidarios de línea dura del déficit han subestimado el nivel del presupuesto federal manejable sin llevar a mayor inflación y tasas de interés más altas, EE.UU. ha sobreestimado cuán educada debe ser su fuerza laboral para prosperar en la economía moderna.

Al igual que con la Fed y con el déficit presupuestario, la conclusión puede ser la misma: la única manera en que obtendremos mejores respuestas a estas preguntas es probar el mercado para descubrirlo. "Muchos trabajadores necesitan más educación" ya no parece la mejor teoría.

Por Conor Sen

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