Pretender que el trabajo y la familia son totalmente separables siempre fue una fantasía, pero ahora es especialmente ridículo. Y reconocerlo podría ser algo bueno a largo plazo.
Pretender que el trabajo y la familia son totalmente separables siempre fue una fantasía, pero ahora es especialmente ridículo. Y reconocerlo podría ser algo bueno a largo plazo.

Por Sarah Green Carmichael