Por Sarah Green Carmichael
Años antes de que se popularizara el “día de llevar a los hijos al trabajo”, mi padre ocasionalmente me llevaba a su oficina cuando surgía la necesidad. Había algo un tanto emocionante en entrar en este mundo adulto de cubículos, pizarras y tarjetas de identificación. Fue una novedad ver a papá en este espacio para adultos.
Pero hoy, cuando tantos padres están trabajando desde casa junto a niños con clases remotas, todos los días son el “día de llevar a los hijos al trabajo”. Y la “novedad” ya no es tal.
Tampoco es probable que la experiencia de la pandemia tenga los efectos positivos que esperaban los organizadores de estas visitas de los hijos al trabajo. Por un lado, los niños no logran una visión especialmente emocionante de lo que hacen los padres en su trabajo. Los padres que pueden trabajar de manera remota tienden a ser trabajadores del conocimiento, cuyo trabajo ocurre principalmente dentro de sus cerebros. No hay mucho que ver. Los niños tampoco ven las partes divertidas del trabajo, como los viajes de negocios o las conferencias profesionales.
Es posible que muchos padres que intentan trabajar desde casa estén interactuando menos con sus hijos, no más. “En los lugares donde la gente se queda más en casa, estamos viendo más abandono”, dice Kerri Raissian, profesora asociada de política pública en la Universidad de Connecticut. Eso es lo primero. Antes de la pandemia, el aumento del tiempo en el hogar no estaba asociado con el maltrato infantil.
Pero ahora, las llamadas a los fonos de control de intoxicaciones han aumentado, al igual que las lesiones pediátricas agudas, como los accidentes de bicicleta, probablemente porque los niños se están metiendo en problemas mientras sus padres intentan trabajar. Básicamente, dice Raissian, el trabajo remoto y la escuela remota es como si “las personas llevaran a sus hijos al trabajo, pero los dejaran jugando en el estacionamiento”.
También le preocupan los efectos a largo plazo de la sobrecarga en los padres que les dicen a los niños que esperen... y esperen, y esperen. Se les pide a los niños que esperen no solo más, sino también en momentos inusuales, como noches y fines de semana, porque los padres con empleos flexibles trabajan en horarios diferentes.
Durante la pandemia, dice, “es realmente difícil proteger el tiempo en familia”. Eso puede hacer que los niños se sientan desanimados, como si los padres se preocuparan más por el trabajo que por ellos.
“La presencia física no es lo mismo que la presencia psicológica”, dice Stewart D. Friedman, profesor de administración de Wharton y coautor de “Parents Who Lead”. “Cuando uno está físicamente presente pero psicológicamente ausente, la gente lo sabe”. Es importante que los padres tengan momentos en que estén completamente presentes para sus hijos. Y también para que les expliquen a los niños que trabajar es algo que hacen para mantenerlos.
Marisa Porges, autora de “What Girls Need” y directora de la Escuela Baldwin en Pensilvania, dice que los niños que ven a sus padres trabajar desde casa están aprendiendo de ellos cómo manejar el fracaso, el estrés y el equilibrio entre la vida laboral y personal. Los padres que se las arreglan bien, les dan a sus hijos las herramientas que necesitarán cuando sean adultos.
“Es importante recordar que, como padres, somos un modelo de cómo obtener las cosas que se quieren, cómo abogar por nosotros mismos y establecer límites”, dice.
Cuando una madre le explica a su jefe que no puede recibir una llamada a las 7 de la tarde porque es la hora de la cena, no solo les demuestra a sus hijos que ellos están primero, sino que también les dice que está bien que el trabajo esté en segundo lugar.
Hacer una pequeña pausa en el día —una caminata o una llamada telefónica a un amigo— también modela un comportamiento saludable. Los padres que le cuentan a su familia los momentos más destacables de su día laboral pueden ayudar a los niños a darse cuenta de que los contratiempos son normales y desmitificar lo que hacen todo el día.
No es que esta situación no tenga un lado bueno. Friedman dice que los padres con los que habla están conociendo mejor a sus hijos, especialmente los padres de adolescentes. Porges dice que sus estudiantes se están dando cuenta de lo complicados que son los problemas del mundo real y el impacto que alguien como, por ejemplo, un científico puede tener.
Y a pesar de sus temores sobre la negligencia infantil, Raissian se alegra de ver cómo los “padres helicóptero” se están liberando, cómo están dejando de lado sus temores al tiempo frente a la pantalla; esos estudios, dice, “siempre fueron exagerados”.
No obstante, el panorama general aquí es preocupante. “Creo que las familias realmente están enfrentando dificultades”, concluye Raissian. “Todas las familias están pasando dificultades, no solo las que consideramos de alto riesgo”. Hay una razón por la que se supone que el evento es el “día de llevar a los hijos al trabajo”, y no el “año de llevar a los hijos al trabajo”.