1. El balance entre intervenir y dejar ir: La maternidad enseña cuándo intervenir y cuándo dejar ir. Gran parte de la crianza de los hijos es luchar con la dicotomía entre cuándo presionar a tu hijo y cuándo dejarlo tomar el mando, lo que significa aceptar que puede fallar.  A medida que crecen los hijos, encontrar ese equilibrio se hace más difícil. Es lo mismo con mis empleados y equipos de trabajo. Ellos deben tener suficiente cuerda para poder explorar sus propias ideas y desarrollar sus propias hipótesis. Pero también es importante intervenir y, por supuesto, corregir. Alcanzar ese equilibrio es lo que define un liderazgo efectivo. (Foto: Pixabay)
1. El balance entre intervenir y dejar ir: La maternidad enseña cuándo intervenir y cuándo dejar ir. Gran parte de la crianza de los hijos es luchar con la dicotomía entre cuándo presionar a tu hijo y cuándo dejarlo tomar el mando, lo que significa aceptar que puede fallar. A medida que crecen los hijos, encontrar ese equilibrio se hace más difícil. Es lo mismo con mis empleados y equipos de trabajo. Ellos deben tener suficiente cuerda para poder explorar sus propias ideas y desarrollar sus propias hipótesis. Pero también es importante intervenir y, por supuesto, corregir. Alcanzar ese equilibrio es lo que define un liderazgo efectivo. (Foto: Pixabay)

Hace poco ingresé a una etapa de vida conocida como ‘nido vacío’. La casa parece muy tranquila en estos días (aunque un poco más limpia), lo que me ha dado suficiente tiempo para reflexionar y llegar a esta conclusión: muchas de las lecciones que aprendí de ser padre se aplican por igual al entorno de trabajo.

A continuación, tres cosas que aprendí de mi experiencia como padre y que ahora me ayudan a llevar mejor mi trabajo como líder de equipos.

Tu equipo te observa:
No recuerdo la cantidad de veces que me senté con mis hijas e intenté darles consejos o asesoría, solo para que eligieran hacer exactamente lo contrario. Mi esposa se refiere a estos momentos como "de tal palo, tal astilla". ¡No le falta razón! Sin embargo, con mayor frecuencia he disfrutado ver a mis hijas haciendo cosas de las que nunca hemos hablado, y cuando les preguntamos dónde aprendieron a hacer eso, nos dicen que me vieron a mí, o a su madre, hacer las cosas de esa manera.

Para bien o para mal, nuestros hijos aprenden de lo que hacemos, y no necesariamente de lo que decimos. La misma dinámica ha demostrado ser cierta en el liderazgo. Nuestros equipos prestarán más atención a lo que hacemos que a lo que decimos. A esto se le conoce como una "relación de decir y hacer" – ellos miran para saber si nuestras palabras y nuestras acciones coinciden – las preguntas que hacemos, en qué empleamos nuestro tiempo, hacia dónde asignamos nuestros recursos y los valores que exhibimos en nuestra práctica diaria.

Al igual que los padres, los líderes pueden establecer el estándar más alto o proyectar la sombra más oscura, a través de nuestras acciones. Siempre tenga en cuenta sus elecciones y sus acciones, porque la gente lo está mirando.

La experiencia es el mejor maestro:
Como padre, he tratado de proteger a mis hijas de lesiones o desilusiones. A menudo los padres sienten un impulso abrumador de ser protectores. “Si solo hubieran escuchado”, solemos decir. Pero a veces la experiencia es la mejor maestra, como en el típico juego de saltar en la cama. Cuando mis hijas eran pequeñas, sabía que este juego no era seguro. Sin embargo, no importó cuántas veces les advertimos sobre esto, nuestras hijas no pararon hasta que una de ellas se golpeó con la cabecera. Fue ahí cuando cambiaron su comportamiento.

La lección subyacente también puede ser cierta para las personas de tu equipo. A veces las personas aprenden mejor haciendo, incluso si eso significa que deben fallar para aprender. Un líder debe luchar contra el impulso de ser sobreprotector. Si una acción no va a dañar significativamente a la organización, es mejor dejar que los equipos aprendan por sí mismos, incluso si viene con algunos ‘golpes y hematomas’. Por lo general, no cometerán el mismo error dos veces, así que aliéntelos a cometer nuevos errores, porque así es como a menudo aprendemos las mejores lecciones de la vida.

Es bueno dejar ir:
Hay una paradoja en la crianza de los hijos que no había imaginado. Nuestro objetivo ha sido preparar a nuestras hijas para ser fuertes e independientes. Lo que no estaba claro en ese momento era que cuanto más éxito tuviéramos como padres, menos necesitarían de nosotros cuando crezcan.

Entonces, aunque estoy profundamente orgulloso de su independencia, las extraño terriblemente. La misma dinámica ha probado ser cierta con los miembros del equipo con quienes he trabajado. Ellos han crecido profesionalmente y finalmente han partido a otros lugares. Puede doler un poco, pero al final, aprendí a dejar ir y reconocer que ayudarlos a crecer fue el objetivo desde el principio. Además, si hacemos nuestro trabajo correctamente, apreciarán quién los ayudó a llegar a donde están yendo, y quizás te lo retribuirán más adelante.

Una reflexión adicional:
Para aquellos que aún están en medio de los "años de crianza", o para aquellos que pueden estar un poco estresados con las pruebas diarias de liderar un equipo, créanme cuando digo que los días pueden parecer largos, pero los años pasarán volando. Entonces mi reflexión extra es esta: estén presentes, sean agradecido y disfruten el viaje. Porque, como en la mayoría de los juegos mecánicos, a la mayoría de nosotros nos gustaría volver a subir una vez que se termine el primer paseo... si solo fuera posible hacer eso en la vida.

Por Brad Smith, presidente y CEO de Intuit.