¿Piratería?
¿Piratería?

Hace siete años, una estudiante de posgrado de Kazajstán llamada Alexandra Elbakyan comenzó un sitio web con un objetivo aparentemente inocuo: hacer que la mayoría de las investigaciones del mundo estuvieran disponibles de forma gratuita para cualquier persona que tuviera acceso a internet.

Es un triste reflejo del estado de la industria editorial científica que ahora ella sea una fugitiva que se esconde en Rusia.

La mayoría de las personas concuerda en que si el público financia la investigación científica, también debería tener acceso libre a los resultados. Esto es más que una simple cuestión de justicia: el flujo de conocimiento sin obstáculos es crucial para la innovación tecnológica que ayuda a impulsar el crecimiento económico.

Pero así no es como funciona la industria editorial científica. Un pequeño grupo de empresas, como Elsevier y Springer, controla muchas de las principales revistas en las que los investigadores presentan sus descubrimientos, y posee los derechos de autor de aproximadamente la mitad de todos los artículos que se publican.

Esto les permite cobrar a instituciones académicas y laboratorios gubernamentales sumas exorbitantes de dinero por el acceso, con márgenes de ganancia que habitualmente exceden el 30%. También significa que gran parte del conocimiento más avanzado del mundo está oculto detrás de muros de pago (paywalls) muy altos.

Naturalmente, a los científicos no les gusta esto. Han intentado durante décadas reducir el control de las casas editoriales a través del movimiento por el Acceso Abierto (Open Access). El avance ha sido lento, pero casi la mitad de todos los documentos nuevos ahora se publican en revistas de acceso abierto, y las principales agencias de financiación de la Unión Europea y muchos países europeos están empezando a exigirlo. El mes pasado, más de 200 universidades alemanas se negaron a renovar su contrato con Elsevier, y todavía están negociando tarifas.

La posición de las universidades se ha fortalecido en parte porque una considerable porción del contenido de Elsevier ahora está disponible en línea de forma gratuita, para cualquiera que sepa dónde buscar. Y tienen que agradecer a Alexandra Elbakyan por eso.

El sitio web de Elbakyan, conocido como Sci-Hub, cuenta con la cooperación de una gran red de académicos, quienes comparten sus contraseñas para permitirle acceder y archivar artículos. Millones de personas en todo el mundo, incluidos muchos científicos, utilizan el sitio web de forma rutinaria.

Las casas editoriales han respondido con acciones legales. El año pasado, Elsevier ganó US$ 15 millones en daños y perjuicios por infracción de derechos de autor. Más recientemente, un tribunal de Virginia otorgó a American Chemical Society US$ 4,800 millones y les ordenó a los buscadores de internet, sitios de alojamiento de páginas web y proveedores de servicios que dejaran de facilitar las actividades de Sci-Hub.

Elbakyan ha perseverado, moviéndose repetidamente a nuevos dominios cuando el existente se cierra. En una entrevista reciente, invocó el Artículo 27 de la Declaración Universal de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, explicando que su motivación es permitir que todos se beneficien del conocimiento científico. Muchas personas siguen ayudándola, publicando información que permite acceder a Sci-Hub desde otros lugares.

La posición de las casas editoriales parece cada vez más insostenible. Por más ilegal que sea, Sci-Hub arroja luces sobre los defectos de un sistema en el que empresas privadas venden los resultados de investigaciones al mismo público que las pagó. La solución sensata es promulgar legislaciones que garanticen la libre disponibilidad de investigaciones financiadas con fondos públicos.

Esto ya sucedió en muchas naciones y podría ocurrir pronto en Estados Unidos través de un proyecto de ley conocido como Fair Access to Science and Technology Research Act (ley de acceso justo a la investigación de ciencia y tecnología) de 2017. Elbakyan sugiere ir más allá, eliminando los derechos de autor para todo contenido de investigación.

El mundo tiene una deuda con Elbakyan por dar un valiente paso que ha impulsado el movimiento por el Acceso Abierto y ha obstaculizado la capacidad de las casas editoriales para mantener secuestrado el conocimiento científico. Por esto, ha sido recompensada con el confinamiento en Rusia, donde reside por temor a ser arrestada y extraditada a EE.UU. Esperemos que eso cambie pronto.

Por Mark Buchanan

Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.