(Bloomberg) El gran macroeconomista Robert Lucas pronunció una vez una frase memorable acerca del misterio del desarrollo económico:

¿Hay alguna acción que un gobierno de India podría tomar que pudiera llevar la economía india a que crezca (más rápidamente)? Si así fuera, ¿qué exactamente?… Las consecuencias para el bienestar humano implícitas en preguntas como esta son simplemente pasmosas: cuando unO comienza a pensar acerca de ellas, es difícil pensar en cualquier otra cosa.

En las últimas décadas, muchos países pobres han experimentado rachas de rápido crecimiento. Todos saben sobre Asia, pero muchas personas creen que África subsahariana y Latinoamérica se han rezagado. Esto es falso. Especialmente desde el año 2000, hay países en estas dos regiones que han estado enriqueciéndose mucho.

Algunos países, como Argentina, ya están en un nivel de ingreso intermedio. Otros, como Etiopía, siguen pobres. Pero casi todos estos países han experimentado progreso económico sustancial en aproximadamente los últimos 15 años.

Sin embargo, no todo crecimiento es igual. Dani Rodrik, economista de Harvard, ha estado examinando de cerca estos países, para evaluar la calidad de su crecimiento. En un nuevo informe escrito con Xinshen Diao y Margaret McMillan, divide el crecimiento de países pobres en dos fuentes.

La primera fuente es el crecimiento de la productividad dentro de un sector económico. Esto ocurre cuando un país mejora en algo, como la agricultura o la fabricación de productos electrónicos. Sectores económicos más productivos también benefician la economía nacional, y permiten asimismo que un país se adapte a la demanda mundial variante. Pero si la mejoría dentro de un único sector es la sola fuente de crecimiento, ello significa que la economía no cumple bien la tarea de transferir recursos a más sectores que crean más valor.

La segunda fuente de crecimiento es el cambio estructural. Esto ocurre cuando la economía pasa de sectores de bajo valor agregado a aquellos de alto valor agregado. Un ejemplo es cuando Estados Unidos pasó de fabricar ropa y muebles a fabricar semiconductores y aeronaves. El cambio estructural es importante y bueno, pero si eso es lo único que impulsa el crecimiento, es peligroso, porque las variaciones de la demanda podrían malograr parte del progreso.

La historia de crecimiento asiático ha sido tan fuerte porque esos países habitualmente han tenido en marcha ambas fuerzas positivas. En países como India, Bangladesh, Vietnam y Camboya, los sectores económicos se han vuelto más eficientes al mismo tiempo que la economía transfiere recursos a más sectores de creación de valor. El resultado ha sido un crecimiento rápido y constante, que probablemente continuará.

Pero Latinoamérica y África tienen deficiencias preocupantes. En Latinoamérica, la mayoría de los países no han tenido mucho cambio estructural positivo: sus sectores económicos se están volviendo mejores en lo que hacen, pero no hay movimiento de recursos de sectores de bajo valor a aquellos de alto valor. En África, entretanto, el problema es inverso: las economías africanas son buenas en reasignación, pero la mayoría de sus sectores económicos no se han vuelto más productivos.

¿Por qué existen estas deficiencias? En Latinoamérica, el problema grande podría ser que la región no está bien integrada en el sistema comercial mundial. Como observa Rodrik, los sectores fabriles de Latinoamérica se han vuelto constantemente mejores, pero debido a tasas de cambio sobrevaluadas y la competencia de Asia, relativamente pocos países quieren comprar productos hechos en Latinoamérica. En cambio, el mundo ha estado mayormente interesado en usar Latinoamérica como fuente de materias primas.

Para seguir creciendo, países como Brasil, Argentina y Colombia necesitan encontrar alguna manera de pasar a exportar productos más importantes y valiosos. Disminuir las tasas de cambio podría ser un comienzo. También deberían centrarse en flexibilizar más sus economías, para permitir una mejor reasignación de recursos. Ello podría implicar reducir la protección gubernamental para empresas y sectores económicos con buenos contactos.

Los países africanos, en tanto, se ven muy flexibles. Están luciéndose transfiriendo recursos allí donde deben ir. Y la agricultura africana, que aún emplea la mayor parte de la población, se ha estado volviendo más productiva. Por ello, los trabajadores africanos han estado abandonando la tierra según mejoran las técnicas agropecuarias, y mudándose a la ciudad, donde pueden hacer otras cosas.

El problema para África es que las otras cosas no se han estado volviendo más productivas. Los sectores africanos de producción fabril y servicios aún son extremadamente malos en lo que hacen. Esto significa que conforme los trabajadores se mudan del campo a la ciudad, hacen caer la productividad y los salarios. Para que los africanos se enriquezcan más, van a tener que resolver cómo mejorar en cosas que no sean la agricultura.

Ello requiere que el asunto sea abordado desde varios ángulos. Las mejorías en la educación y la salud son fundamentales. Importar tecnología extranjera también es clave, por lo que los países africanos deberían tratar de alentar a las empresas multinacionales a que radiquen fábricas y sucursales allí. Y como el continente no tiene mucho carbón, necesitará aprovechar la energía solar, que afortunadamente ha caído de precio rápidamente.

Latinoamérica y África, entonces, encaran retos económicos muy diferentes. Para los primeros, se trata de transferir recursos; para los segundos, de aumentar la productividad. Si estos continentes pueden abordar estos desafíos, la perspectiva para los países pobres de la Tierra será brillante.

Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.