Redacción Gestión

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Londres (AFP).- El referéndum sobre la ha devuelto al centro del debate el tema de la influencia británica en el mundo, recurrente desde la caída del Imperio.

La de apoyar la pertenencia a la UE durante su visita al Reino Unido esta semana ha llevado a 100 diputados a firmar una carta pidiendo al presidente estadounidense que no intervenga en la campaña del referéndum del 23 de junio.

La visita del popular líder del principal aliado británico, ha devuelto a la mesa el debate sobre el papel británico en el mundo.

Los partidarios de irse de la UE tratan de convencer a los votantes que, libre de Bruselas como intermediario, el Reino Unido podría ser más grande.

Extrañamente para algunos, ponen como modelo a países como Canadá, Noruega o Suiza. El alcalde de Londres, Boris Johnson, defensor del Brexit, se refiere al primero como ejemplo de una buena relación comercial con la UE alternativa a la membresía.

"Si conservamos la calma, no somos tímidos y no nos acobardamos ante los pesimistas partidarios de quedarse, si votamos por la libertad y la restauración de la democracia (…), creo que este país seguirá creciendo, prosperando y deslumbrando como nunca antes", dijo Johnson en un mitin la semana pasada.

'Dolor de cabeza no deseado'Hay mucho en juego. No solo para el Reino Unido, sino para el mundo.

El Reino Unido es la quinta economía mundial y el quinto presupuesto en defensa. Es miembro de la OTAN y ocupa un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU.

El país tiene una estrecha relación con Estados Unidos y China, del que quiere ser su principal aliado en Occidente.

Los partidarios de la permanencia sostienen que Gran Bretaña es más fuerte dentro de la UE, desde donde puede negociar acuerdos comerciales colectivos e influir en las decisiones de política exterior.

Tim Oliver, de la London School of Economics, un especialista en la política exterior británica, dijo que el Brexit causaría un "dolor de cabeza no deseado" a Estados Unidos.

"El Reino Unido tiene una relación especial con Estados Unidos, pero eso es particularmente cierto en tres áreas: armas nucleares, inteligencia y fuerzas especiales", dijo a la AFP.

Más allá, la relación "encaja en la relación mucho más amplia y especial entre Estados Unidos y Europa", explicó.

Oliver argumentó que la salida también causaría problemas a Pekín: "pocos en el Reino Unido se dan cuenta de que China es uno de los partidarios más antiguos de la integración europea".

En cuanto a los acuerdos de libre comercio, que Johnson y otros sugieren que Gran Bretaña podría establecer fuera de la UE, algunos académicos son escépticos.

Paul James Cardwell, experto en leyes de la UE en la Universidad de Sheffield, argumentó que este tipo de acuerdos post-Brexit dependerían del estado de la relación de Gran Bretaña con la UE en ese momento, incluyendo su acceso al mercado único.

"El dilema es quedarse en la UE con los acuerdos actuales … o salir con la esperanza de que los Estados respondan positivamente al Reino Unido", dijo. "No hay pruebas que sugieran que lo harían, y un montón de pruebas de lo contrario", sentenció.

Una historia de euroescepticismo.Los que quieren salir de la UE advierten que existen grandes riesgos asociados al statu quo.

"Si estás en un edificio estructuralmente inseguro, la alternativa obvia es salir", dijo el eurodiputado conservador euroescéptico Daniel Hannan, en un artículo en el Daily Mail.

"Con la profundización de la inmigración y la crisis del euro, la UE es sólo eso, estructuralmente insegura".

La historia también juega su papel. Muchos británicos no se ven a sí mismos como europeos. Una encuesta de la Comisión Europea el año pasado encontró que el 56% de los británicos se veían a sí mismos como ciudadanos de la UE, frente a un promedio de 67%.

Gran Bretaña está separada de la Europa continental por 32 kilómetros de mar y siglos de lucha contra romanos, españoles, franceses y alemanes.

A medida que su poderío colonial se marchitaba después de la Segunda Guerra Mundial, Gran Bretaña trató de entrar en la UE, entonces llamada Comunidad Económica Europea, pero fue vetada en dos ocasiones por Francia.

Finalmente, se unió al bloque en 1973. Desde entonces, su prensa, principalmente euroescéptica, se ha deleitado en ridiculizar a Bruselas, mientras que una serie de líderes como Margaret Thatcher han tenido relaciones difíciles con sus socios europeos.

Los británicos antieuropeos pueden quejarse de que vengan personas de fuera a decirles qué hacer, pero el primer ministro David Cameron tiene la esperanza de que, en el caso de Obama, una intervención extranjera pueda ayudar a salvar los platos.