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Las grandes farmacéuticas están bajo presión. La semana pasada, los mandamases de siete grandes empresas farmacéuticas tuvieron que presentarse ante el Congreso de Estados Unidos para responder preguntas puntuales sobre el costo de sus medicamentos.

Las audiencias ocurren en medio de la creciente ira bipartidista sobre los altos precios de los medicamentos, en tanto nuevas leyes para el sector están bajo amenaza.

Las preocupaciones sobre la asequibilidad de los medicamentos no son peculiares de EE.UU., son globales. En Gran Bretaña, el precio de un nuevo medicamento para la fibrosis quística ha provocado furia, al igual que la negativa del gobierno a pagarla. Italia está pidiendo a la Organización Mundial de la Salud que aumente la transparencia del costo de los medicamentos y los precios que se les aplica.

Algo que casi nunca se plantea en esta discusión es un área prometedora donde los fabricantes de medicamentos y los gobiernos podrían hacer más para combatir las enfermedades y al mismo tiempo ahorrar dinero. Los medicamentos pueden ser "reutilizados". Es decir, los medicamentos existentes a veces pueden usarse para tratar enfermedades distintas de aquellas para las que fueron diseñados en primer lugar.

Esta puede ser una forma más económica de desarrollar nuevos tratamientos. También podría ayudar a responder otra crítica a menudo lanzada a las empresas farmacéuticas: que no invierten lo suficiente en áreas donde la necesidad médica es grande pero los retornos financieros no son atractivos, como cánceres poco comunes, nuevos antibióticos y medicamentos para niños o países pobres.

Solo unos 400 medicamentos han sido autorizados para tratar 7,000 enfermedades genéticas raras. El año pasado se aprobó un número récord de nuevos medicamentos. Los 59 recién llegados son bienvenidos, pero apenas rozan la superficie de las necesidades no satisfechas.

Los fabricantes de medicamentos tienen razón cuando dicen que el costo de desarrollar nuevos medicamentos para enfermedades no lucrativas es inasequible. (Dicen que cuesta más de US$ 2,000 millones llevar una nueva molécula del laboratorio al estante de la farmacia). La reutilización de medicamentos es más barato porque los medicamentos en cuestión ya han sido probados para determinar su seguridad, lo que en sí es sumamente costoso.

Los medicamentos reutilizados deben ser probados principalmente para determinar su eficacia contra la nueva enfermedad. Se están probando algunos compuestos para encontrar nuevos tratamientos para el cáncer cerebral, el virus Zika, la tuberculosis y la enfermedad de la neurona motora. Otros ya han dado nuevos tratamientos para la enfermedad del sueño, la leucemia y los cánceres de sangre.

Dado el potencial sin explotar en los 9,000 medicamentos genéricos (es decir, aquellos que ya no tienen protección de patente) que se encuentran solo en Estados Unidos, esto podría ser solo el comienzo. Una organización benéfica dice que ha encontrado evidencia de actividad contra el cáncer en casi 260 medicamentos que tratan otras afecciones. Un académico reconoce que uno de cada cinco medicamentos existentes contra el cáncer podría ser eficaz contra otros tipos de cáncer. El Big Data facilita la identificación de prometedoras pistas.

Sin embargo, a pesar de todo su potencial, la reutilización no cuenta con fondos suficientes. Una vez que un medicamento ha perdido su protección de patente, es difícil para una farmacéutica recuperar la inversión necesaria para probar y volver a etiquetar un medicamento para un nuevo propósito.

Las pistas ya identificadas deben ser probadas con ensayos aleatorios y luego ser aprobadas por los reguladores para sus nuevos usos. Un médico puede recetar una píldora para usos "fuera de lo indicado" sin tales pruebas. Pero los pacientes pueden no confiar en un medicamento que no esté aprobado para su condición; los médicos pueden sentirse preocupados de ser demandados; y los servicios de salud y las aseguradoras pueden estar renuentes a pagar por ello.

Los gobiernos apoyan el desarrollo de medicamentos a través de subvenciones, incentivos fiscales u otros esquemas. Sin embargo, se centran en las moléculas que tienen propiedad intelectual adjunta. Esto es erróneo. También deberían respaldar moléculas genéricas. Algunas regulaciones también son imprudentes. Por ejemplo, solo las empresas con permiso para comercializar un medicamento genérico pueden volver a etiquetarlo.

Esto significa que las organizaciones benéficas de reutilización no pueden trabajar con los reguladores para acelerar la llegada de nuevas curas. Deberían poder hacerlo. También merecen más de la financiación pública utilizada para desarrollar medicamentos. Una propuesta interesante es un bono de impacto social, donde un sistema público de salud pagaría a los inversores si su financiamiento ayudara a producir un medicamento que redujera los costos de tratar una enfermedad. Tal vez las empresas que vuelven a etiquetar medicamentos podrían tener permitido un aumento temporal de precios para recuperar su inversión.

Los políticos tienden a culpar a las compañías farmacéuticas por el costo de los medicamentos, a veces de manera justa. Pero los mismos gobiernos no han podido aprovechar la cornucopia de los medicamentos genéricos. Esto puede incluir tratamientos que los pacientes con enfermedades raras han estado esperando, que podrían prolongar la vida de los pacientes con cáncer y que podrían transformar la vida de los enfermos en países pobres. El próximo medicamento milagroso ya puede haber sido descubierto y embotellado; sólo necesita reutilización.