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Sergio Marchionne, el creador de la FCA (Fiat Chrysler Automobiles), falleció a los 66 años. (Foto: Reuters)

En 2004, un paciente juego empresarial de carroña rodeaba al otrora gigante de la fabricación de autos en Italia.

Fiat bordeaba la quiebra con pérdidas diarias de 2 millones de euros y una valorización de 1.60 euros para sus acciones. El único tanque de oxígeno con que contaban era un crédito bancario de 2002, y el sector financiero solo se frotaba las manos para el momento de la adquisición definitiva.

En plena agonía de la marca, Sergio Marchionne pisó Turín. El ejecutivo se hizo cargo de Fiat y, con música de jazz y risas de fondo, explicó decididamente que iba a sacar a la empresa del hoyo.

La primera en la lista para hacerse con la firma italiana era la General Motors. Un preacuerdo del año 2000 cerró la compra en favor de la americana, pero un hábil movimiento del nuevo CEO le generó una inyección de dinero a Fiat.

La premisa era simple. Marchionne les dijo que si querían Fiat, también deberían llevarse su océano de deudas. La GM prefirió pagar la multa de US$ 2,000 millones por incumplir y se salió del acuerdo.

Desde el Lingotto llegó a Mirafiori y al resto de fábricas de la marca, en donde observó un ambiente depresivo y cero estimulante para sus trabajadores. No obstante, en plena crisis y ahogados en deudas, sabía que antes de prometer imposibles, debía pisar tierra, y comenzó un plan de austeridad y despidos que luego le daría frutos.

Marchionne solo cerró dos años en rojo al mando de Fiat, el primero y el 2009, ambos por diferentes crisis. Para el 2005, con el ojo en el futuro de la compañía, los bancos comenzaron a exigir que la deuda se transforme en acciones para comercializar.

Sergio Marchionne durante el inicio de la producción de un nuevo modelo de vehículos de la marca Chrysler. (Reuters)
Sergio Marchionne durante el inicio de la producción de un nuevo modelo de vehículos de la marca Chrysler. (Reuters)

Contacto en Washington
Su negativa fue rotunda y vaya que le dio frutos. En 2007, se cocinaba una crisis en el mundo y una víctima fue la cenicienta automovilística de Estados Unidos, Chrysler.

El presidente Barack Obama, recién electo, inició entonces una campaña para salvar a la empresa. El llamado a la acción fue Marchionne, con un plan en mente para unificar ambas firmas.

A pesar de que algunos acreedores de la compañía americana intentaron bloquear la adquisición en el Tribunal Supremo, el 10 de junio de 2009 Fiat se hace con el 20% de las acciones de Chrysler.

El acuerdo con Obama le ofrecía a la italiana el 53.5% del total de las acciones siempre y cuando cumpla los objetivos previstos en un plazo de tres años. Marchionne cumplió, y tras una negociación de años, adquiere toda Chrysler a costo cero en 2014.

Bajo su tutela, y con el nuevo fichaje, nació la FCA (Fiat Chrysler Automobiles). No falta quien lo acuse de romper una marca tradicional y hacerla "menos italiana", pero la empresa ya estaba rota y en solo unos años, la sacó a flote y triplicó sus ingresos hasta 140,000 millones de euros.

En el terreno bursátil, los papeles de Fiat escalaron hasta los 16.4 euros y se espera que este ejercicio fiscal lo cierren con 4,000 millones de euros en la caja.

El otro caballo de la marca (y el único 'caballo' del sector, en realidad) es Ferrari y su Scuderia.

Tras mudar la sede de Fiat a Holanda, después de 115 años en el Lingotto de Torino, se decantó por arrancar los motores de Ferrari.

Solo estuvo al frente de la compañía por cuatro años, sin embargo, viró hacia el terreno más lujoso, en lugar de la Fórmula 1.

Con una sociedad separada de la FCA, Marchionne sacó al cavallino a cotizar en Wall Street en 2015, para luego debutar en la plaza milanesa. El resultado fue la triplicación de su cotización inicial, que ya supera los US$ 130.

Marchionne falleció esta mañana a los 66 años en un hospital de Zurich, y el lunes se nombró a su sucesor al mando de la FCA: Mike Manley.