Redacción Gestión

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(Bloomberg) Los automóviles modernos están diseñados con zonas de deformación estructuralmente débiles para absorber el impacto de un accidente y proteger a los pasajeros en la cabina. Mitsubishi Motors podría hacer lo mismo con su modelo de administración.

Las consecuencias de 25 años de un manejo inapropiado de las pruebas de ahorro de combustible amenazan con hundir el negocio. "Es un caso que podría afectar la existencia de nuestra empresa", dijo el presidente Tetsuro Aikawa a los reporteros el martes.

Con más de la mitad de su valor destruido en seis días tras el surgimiento de la noticia la semana pasada, el valor de mercado de la empresa, de 415,000 millones de yenes (US$ 3,700 millones), ahora es menor a los 426,000 millones de yenes en flujos de efectivo neto de finales de marzo. La valuación de Mitsubishi ya declinaba en el grupo de fabricantes de automóviles japoneses desde hace varios años.

No tiene por qué ser así.

En tanto las unidades japonesa, norteamericana y europea de Mitsubishi ciertamente ya batallaban, aun antes del último escándalo, el negocio como un todo tiene algunas joyas que vale la pena salvar. Los ingresos provenientes de Asia, excluyendo a Japón, aumentaron 30% en el trimestre finalizado en diciembre, escribió este mes Nikkie Lu, analista de Bloomberg Intelligence. La empresa está en buena posición para beneficiarse del aumento de ingresos en la región.

El sureste de Asia, donde las líneas de SUV todoterreno y camionetas pickup de Mitsubishi parecen agradar el gusto de los consumidores, parece ser particularmente fuerte. En Filipinas, las ventas aumentaron 50%en enero, comparado al mismo mes del año anterior. En Tailandia crecieron 54% en marzo. Mientras que la venta de automóviles en Indonesia ha sufrido en medio de una economía que se debilita y la disminución de los subsidios al combustible, la compañía está invirtiendo alrededor de $600 millones en una planta local programada para abrir en 2017, que eventualmente producirá 240.000 vehículos al año.

Basado en ventas y volumen, Mitsubishi atrás de Suzuki, tiene la mayor penetración en los mercados emergentes, comparado con otros fabricantes de automóviles. Eso los deja en una buena posición para capitalizar en regiones con mayor probabilidad de crecimiento.

En cuestión de rentabilidad, Asia emergente también excede a otras regiones de Mitsubishi, representando alrededor de 21% de las ventas netas en el año que concluyó en marzo, de acuerdo con resultado anuales publicados tras el cierre de los mercados el miércoles.

En ese caso, ¿por qué no dividir los dos negocios? Si los problemas de las pruebas resultan ser exclusivos de Japón, resulta injusto que tengan que arrastrar consigo a otras unidades exitosas ubicadas al otro lado del mundo.

Imaginarse una ruptura se parecería un poco al fantasy-fútbol. El hecho de que Mitsubishi aún investiga si las prácticas engañosas de las pruebas se llevaron a cabo tanto en casa, como en el extranjero, es un gran comodín. Un cálculo aproximado sugiere que hay valor que vale la pena preservar.

Imaginemos un Mitsubishi dividido en una operación en mercados emergentes enfocada a la Asia en desarrollo y el resto de la compañía a cargo de todo lo demás. El negocio anterior registró 74.900 millones de yenes en ganancias antes de intereses e impuestos (Ebit) a lo largo de un año hasta marzo; el último fue de 63,500 millones de yenes.

Valúe ambos negocios en la mediana de los múltiplos de Ebit para fabricantes de automóviles en Asia y Japón --17,33 y 8,1 veces respectivamente, de acuerdo con datos reunidos por Bloomberg--, se logra un valor empresarial de 1,3 billones de yenes con la unidad de la Asia emergente y 514,000 millones de yenes del Mitsubishi restante.

Asignemos entonces los 426.000 millones de yenes a los flujos de efectivo neto del negocio restante, que seguramente deberá hacer frente a obligaciones futuras. Y supongamos que el daño a la reputación y a las finanzas por el reciente escándalo deja a lo que resta de la empresa con un 80% de reducción en el valor contable y a la unidad del sureste de Asia con una reducción del 40%.

Basado en estos números, la suma de las dos compañías tendría un valor de aproximadamente 967,000 millones de yenes. Eso es más del doble del valor actual de Mitsubishi.

Tal división tendría el efecto útil de poner en cuarentena los mejores fragmentos de la empresa, lejos de las responsabilidades asociadas con todas las pruebas sospechosas de ahorro de combustible. Pero esa no es la única razón por la que debería hacerse.

Hoy en día, Mitsubishi Motors está efectivamente controlada por los afiliados de la casa comercializadora, Mitsubishi Corp. De los 18 miembros y supervisores del consejo, por lo menos 13 son veteranos, ya sea de Mitsubishi Corp., Mitsubishi Motors, Mitsubishi Heavy o Mitsubishi Bank, a pesar de que las principales empresas son identificadas como un holding que representó tan solo 27.92% de las acciones de la compañía en su más reciente reporte anual.

Darle una sacudida a las acogedoras prácticas del Japón corporativo es la --muy alardeada y poco vista-- tercer premisa de los planes del primer ministro Shinzo Abe para reestructurar la economía. La división de Mitsubishi Motors permitiría a inversionistas extranjeros decidir cuál de las empresas tiene mejores posibilidades en el largo plazo. Eso suena como una manera inteligente de matar dos pájaros de un tiro.

Esta columna no necesariamente refleja la opinión de Bloomberg y sus dueños.