Mientras los huéspedes del Bucuti & Tara Beach Resort en Aruba sudan sobre máquinas trotadoras y bicicletas estáticas en el gimnasio del hotel, un gran monitor les indica cuántos vatios están inyectando a la red eléctrica local.
“Siempre les digo a mis huéspedes que aquí no hay nada gratis, incluso tienen que producir su propia energía”, dijo el propietario de Bucuti, Ewald Biemans, cuyo enfoque poco ortodoxo para la generación de energía ha ayudado a convertir la propiedad de 33 años en el primer hotel certificado con neutralidad de carbono en el Caribe.
El marcador del gimnasio es una especie de truco, pero el personal detrás de escena trabaja obsesivamente para maximizar la energía y minimizar el desperdicio en el hotel de 104 habitaciones ubicado en una de las playas más vírgenes de Aruba.
El mes pasado, las Naciones Unidas reconocieron su trabajo con el Premio de Acción Mundial sobre el Clima, la primera vez que el premio de una década ha sido otorgado a un hotel, en parte porque creyeron que los métodos de Bucuti podrían adoptarse en toda la industria.
El núcleo de la estrategia ecológica del complejo fue instalar el sistema de paneles solares de propiedad privada más grande de la isla, que produce alrededor del 20% de la electricidad de Bucuti, el máximo permitido por la ley de Aruba. El hotel recibe el resto de su energía de la red de Aruba, que incluye el parque eólico Vader Piet y una matriz solar que genera aproximadamente una cuarta parte de la energía de la isla.
Pero el gran salto de carbono de la operación se produjo en el 2015, cuando realizó renovaciones para cumplir con los estándares de eficiencia del Consejo de la Construcción Ecológica de EE.UU., conocidos como LEED. Este año, se convirtió en el único hotel en el Caribe en obtener una certificación LEED Gold.
Ahora, esas ventanas con vistas panorámicas al mar caribe tienen doble panel y aislamiento. El sistema tradicional de aire acondicionado ha sido reemplazado por un sistema de flujo de refrigerante variable hipereficiente y los sensores de movimiento regulan su uso cuando los huéspedes están fuera.
“Redujo nuestra huella de manera tan drástica que en realidad podríamos publicitarlo”, dijo Biemans en una entrevista telefónica. “Entonces, las personas que entienden y conocen sobre LEED, y buscan un complejo que sea amigable con el medio ambiente, automáticamente vienen a nosotros”.
Muchas de las otras innovaciones del complejo son de bajo costo y requieren poca tecnología. Los alimentos se obtienen localmente, cuando es posible, y las porciones se han calibrado para reducir el desperdicio. El hotel ha reducido la basura destinada al vertedero en un 62% a través de una alianza con granjas de cerdos y recicladores locales. Biemans prohibió hace 20 años los plásticos de un solo uso y la espuma de poliestireno, medida que Aruba solo adoptó este año.
Todo eso ha reducido las emisiones carbono del hotel de 31 kilos por habitación por noche a 19 kilos. El proceso fue seguido por Natural Capital Partners, la organización sin fines de lucro detrás de CarbonNeutral Protocol, un estándar para las empresas que intentan minimizar su impacto ambiental. Biemans cubre la brecha de carbono de 19 kilos comprando compensaciones a parques eólicos certificados por la ONU en Aruba e India.
Las compensaciones son una forma popular para que las empresas neutralicen sus emisiones permitiéndoles comprar créditos de empresas respetuosas con el medio ambiente, a menudo a costos más bajos que realizar cambios estructurales para reducir sus propias emisiones de CO2.
Estas compensaciones van desde la plantación de árboles hasta proyectos de energía limpia, y calcular cuánto carbono se ahorra o elimina es una ciencia inexacta. Para Biemans, las compensaciones cuestan alrededor de US$ 5,000 al año, una fracción de la factura anual de electricidad de US$ 1 millón del hotel.
El turismo es un negocio que requiere mucho carbono, especialmente si se trata de viajes aéreos, pero también es el elemento vital del Caribe y constituye una gran parte de la economía de Aruba.
El lavado verde, o greenwashing, ha proliferado a medida que los viajeros se vuelven más conscientes del medioambiente. Y muchos hoteles están tomando medidas simbólicas hacia la conservación, como eliminar las botellas de champú y pedir a sus huéspedes que reutilicen las toallas.
Sin embargo, cualquier recuento serio de las emisiones debe incluir no solo el carbono generado por las propias operaciones de un hotel, sino también aquellas a lo largo de su cadena de suministros, como los alimentos y el transporte. Incluso para esos estándares, Biemans ha ido más allá que muchos en su industria al obtener productos de granjas locales que emplean prácticas sostenibles y financian grupos ambientales locales.
“No se puede decir ‘vamos a quitar el turismo’. Entonces, ¿cómo podemos hacer que el turismo sea lo más ecológico posible?”, dijo Sarah Marchildon, de ONU Cambio Climático, que reconoció a Bucuti. “Ese es un ejemplo perfecto de cómo se puede hacer”.
La pandemia de COVID-19 ha afectado al turismo caribeño y ha reducido la tasa de ocupación de Bucuti en aproximadamente un 25%, pero la recesión no ha frenado las ambiciones verdes de Biemans.
Para el 2021, espera que el complejo sea “negativo en carbono”, retirando y ahorrando más carbono del que está produciendo. Para llegar allí, él se está asociando con un parque eólico, está impulsando las compras locales y está en vías de eliminar el papel del complejo.
Nacido y criado en una granja en Austria, Biemans dice que su amor por los animales y el aire libre siempre ha estado en el centro de su modelo de negocio. “Me di cuenta hace mucho tiempo de que Aruba está en el negocio de la naturaleza, no estamos en el negocio del turismo”, dijo. “¿Quién va a ir a un lugar donde el agua está contaminada, las playas están sucias, el campo está destruido? También podrían quedarse en casa”.