Redacción Gestión

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En muchos sentidos, , el mayor conglomerado de construcción de América Latina, es un modelo de negocio progresivo, moderno y bien dirigido. Tiene una fuerte cultura interna que hace hincapié en la capacitación, la meritocracia y la toma de decisiones descentralizada. Fue pionera entre las empresas brasileñas en volverse global, y ahora recauda cerca de la mitad de sus ingresos en el extranjero.

Sus logros han ganado elogios por todos lados. En el 2010, IMD, una escuela de negocios suiza, la nombró mejor empresa familiar del mundo. El año pasado McKinsey, una consultora estadounidense, publicó una entrevista muy halagadora con el presidente Emílio Odebrecht, que llevaba el encabezado: "Los principios y valores han ayudado a prosperar a este conglomerado familiar brasileño".

Los impulsores de Odebrecht seguramente se estarán lamentando por sus palabras de elogio, sobre todo lo de principios y valores, ya que la empresa ha quedado envuelta en un enorme escándalo de corrupción que se cierne sobre Brasil.

El 16 de agosto se realizaron masivas protestas en las calles, por tercera vez este año, en el que 800 mil personas arremetieron contra la corrupción y pidieron la destitución de la presidenta Dilma Rousseff.

Los fiscales alegan que, a cambio de con la gigante petrolera estatal Petrobras, una "banda" de las mayores constructoras de Brasil canalizó dinero a los políticos del Partido de los Trabajadores de Rousseff y sus aliados de la coalición.

El esquema ha costado a Petrobras 6,000 millones de reales (US$ 1,700 millones), calculan sus auditores. Pero son las constructoras brasileñas las que han sufrido el golpe más directo.

Dos de las más grandes ya se han declarado en bancarrota; y un grupo de CEO del sector construcción se encuentra en custodia en espera de su juicio, entre ellos el hijo de Emílio Odebrecht, Marcelo, presidente ejecutivo de su empresa. El joven Odebrecht ha sido acusado de corrupción y lavado de dinero.

Los golpes han seguido viniendo. El mes pasado, las autoridades abrieron una investigación no relacionada para saber si Luiz Inácio Lula da Silva, antecesor de Rousseff, ha presionado ilegalmente para ayudar a Odebrecht a adjudicarse jugosos contratos extranjeros desde que dejó el cargo en el 2010.

El 14 de agosto la policía allanó las oficinas de Odebrecht en una investigación sobre la presunta corrupción relacionada con el contrato para construir la Arena Pernambuco, uno de los estadios donde Brasil organizó el Mundial 2014 de fútbol. En todos estos casos, Odebrecht, su empresa y los políticos implicados han manifestado su inocencia.

A pesar de las razones para verla como un modelo de modernidad, Odebrecht durante mucho tiempo ha sido acusada de ganar clientes de una manera anticuada y no tan admirable. En 1994 formó parte del grupo de empresas de construcción señaladas en una investigación congresal por haber sobornado a políticos para ganar contratos (una vez más, Odebretch lo negó).

Antes de eso estuvo entre los contribuyentes con una firma de consultoría política en el centro de un esquema de tráfico de influencias que hizo caer a otro presidente, Fernando Collor, en 1992. Nunca se ha demostrado en los tribunales ninguna acusación de corrupción contra la empresa. Sin embargo, sus actuales problemas presentan el mayor reto en sus 71 años de historia.

Desde Lutero a Drucker.Los Odebrecht han estado construyendo en Brasil desde 1856, cuando un joven ingeniero llamado Emil fue parte de una ola de inmigrantes alemanes. La compañía de hoy en día fue fundada en 1940 por el abuelo de Marcelo Odebrecht, Norberto. Desde el principio la firma apoyó una filosofía de gestión que combina la ética de trabajo protestante –infundida por el tutor de la infancia de su fundador, un pastor luterano– con las ideas de Peter Drucker, un gurú de la administración estadounidense.

En tiempos modernos, Odebrecht se ha expandido a otras industrias, desde los productos petroquímicos a la silvicultura. Habiendo sobrevivido el colapso de la moneda brasileña en 1999, la firma se benefició de un derroche de gasto en infraestructura bajo el gobierno de Lula da Silva entre el 2003 y 2010.

La compañía también se adjudicó varios contratos en otros países ricos en recursos donde se había posicionado, desde Angola hasta Venezuela. Ahora, el grupo emplea a 181,000 personas en 21 países. Su innovador negocio petroquímico, Braskem (una asociación con Petrobras), cotiza en la Bolsa de Nueva York y cuenta con una calificación crediticia de grado de inversión.

Su brazo constructor aún tiene una también, a pesar del caso de Petrobras, gracias a su baja deuda y efectivo neto de 1,500 millones de reales.

Odebrecht debe su éxito en parte a su fuerte cultura interna. Los empleados, conocidos como "integrantes", deben estudiar los cinco libros de Norberto, y rinden una prueba sobre sus enseñanzas. En sus primeros cinco años, la aculturación corporativa constituye una gran parte de sus evaluaciones anuales.

Los objetivos, que constituyen el resto, son establecidos de forma conjunta por superiores y subordinados, quienes a su vez reciben posteriormente mucha libertad para cumplir con ellos –y son recompensados con una generosa participación en beneficios si lo logran. El resultado es una sensación de lealtad que linda con lo religioso.

Un grupo cerrado en Facebook llamado Odebrecht United cuenta con más de 17,000 miembros, en su mayoría empleados. Sus elogios para la empresa no conocen límites: "¡Todos somos una familia, todos somos Odebrecht!", publicó un discípulo.

¿Será suficiente esta devoción incomparable para ayudar a la empresa a superar su última mala racha? Las autoridades en lugares como Colombia y Perú están estudiando detenidamente sus contratos con Odebrecht. Los bancos son cautelosos en extender nuevos préstamos mientras arrecia la polémica.

El 12 de agosto, Odebrecht, junto con Queiroz Galvão y Camargo Corrêa, otras dos empresas de construcción que están siendo investigadas en el caso de Petrobras, se retiraron de un consorcio para construir una estación de energía nuclear cerca de Río de Janeiro. Un funcionario de una empresa estatal de servicios públicos que supervisa el contrato se encuentra bajo arresto, acusado de recibir sobornos de otras empresas.

Sin embargo, el Gobierno, dispuesto a evitar grandes recortes de empleo, viene prometiendo que las constructoras implicadas en el asunto Petrobras no serán excluidas de las obras del sector público. La subsidiaria de servicios petroleros de Odebrecht está bajo investigación, pero el mes pasado se las arregló para conseguir un préstamo de US$ 800 millones de un consorcio de bancos internacionales.

Un signo de interrogación se mantiene sobre el futuro liderazgo de la compañía. Marcelo Odebrecht –de 46 años y descrito por un conocido de toda la vida como un "pragmático supremamente inteligente y casi robótico", preparado para ejercer su labor desde la infancia– sería alguien difícil de reemplazar si fuera declarado culpable.

Además de su padre de 70 años de edad, solo cuatro otros miembros de la familia trabajan en la empresa, ninguno en condiciones de tomar las riendas de todo el grupo.

De modo que si es necesario un nuevo presidente ejecutivo, el trabajo podría recaer en alguien que no es un Odebrecht, como el principal asesor y jefe en funciones, Newton de Souza, quien ha estado en la compañía desde 1988. Teniendo en cuenta cuán estrechamente unida es la empresa, tal cambio no haría mucha diferencia.