Christian Lengua
En los 25 años que tiene en el mercado, la empresa de servicios funerarios Campo fe tuvo que enfrentar uno de los retos más grandes en cuanto a demanda de sus servicios: pasó de atender 22 a 100 inhumaciones (entierros) al día en promedio.
La demanda llegó a su pico a fines de mayo e inicios de junio por la pandemia. Este año estiman que cerrarán con más de 16,000 sepulturas.
“Nadie estaba 100% preparado para esto. Esta situación nos permitió aumentar la participación de mercado. Si hablamos solo de inhumaciones pasamos del 15% al 20%, es decir una de cada cinco personas que fallecieron en Lima y Callao la atendimos nosotros”, indicó Alejandro Amaya Támez, gerente general de Campo fe.
La empresa tiene dos camposantos, en Lima Norte y Lima Este, con los que suman 100 hectáreas. Se alistaban para abrir este año Campo fe Sur, en el km 30 de la Panamericana Sur en un área de 40 hectáreas. El nuevo local demandará una inversión de US$ 60 millones pero por la pandemia lo postergaron para el próximo año, entre abril y junio.
Asimismo, tienen un proyecto para abrir un cuarto camposanto dentro de unos tres años en el distrito de Ventanilla en el Callao, donde tienen un terreno de 40 hectáreas.
Campo fe tiene 600 trabajadores, la mayoría de ellos en el área comercial. Un equipo se dedica a colocar planes de prevención, que cuestan desde S/ 100 mensuales hasta S/ 500 el Premium, que incluyen la sepultura y servicios funerarios. “El futuro debe ser la prevención. Es una forma de tener una sepultura digna”, afirmó.
Este año la venta de necesidad a futuro bajó a la mitad de lo que se vendió el año pasado, al no poder salir los vendedores por el aislamiento social. En un año normal, los planes de prevención corresponden al 80% del total de las ventas pero están próximos a lanzar la venta digital con planes de bajo costo.
Bajo los planes de prevención que ofrece la empresa llevan vendidas 450 mil sepulturas, de las cuales se han usado 125 mil y 325 mil son para uso futuro.
Declarada la cuarentena, el aumento de fallecidos se sintió en la última semana de abril. Tuvieron que comprar cuatro excavadoras, descensores, y preparar los camposantos para la llegada de los ataúdes.
Cremaciones
En los primeros días de la pandemia, se reunieron con el ministro de Salud (por entonces Víctor Zamora) porque las autoridades tenían la idea que todos los fallecidos por COVID-19 podían ser cremados. Se les explicó que en Lima solo había ocho hornos y cada uno puede atender en horario normal cinco cremaciones, por lo que no había capacidad. Sin contar que hay zonas del Perú donde no hay hornos.
Allí es cuando deciden aplicar los protocolos de fallecidos COVID-19 para los entierros. Y como empresa pusieron a disposición de EsSalud y el SIS el horno que tenían para realizar 300 cremaciones, a manera de donación. A la fecha llevan más de 240 cremaciones. Para tener una idea, al año Campo fe realiza 99% de inhumaciones y 1% de cremaciones.
Comentaron que sus tarifas no subieron, por el contrario desarrollaron un plan funerario de emergencia, a la mitad de precio. “Desarrollamos un ataúd en serie con un proveedor local, un fabricante nacional que había parado su producción de muebles prefabricados. Compramos 2,000 ataúdes que sirvieron para atender casos COVID”, acotó Amaya.
Modelo sostenible
Explicó que a futuro se debe apuntar a un nuevo modelo de camposantos en el país. En Lima y Callao actualmente somos alrededor de 10 millones de personas, y en cien años cuando muramos todos, nos van a enterrar en tres niveles hacia abajo. “Se necesitaría la extensión de Miraflores, San Isidro y San Borja para enterrar a todos”, subrayó.
Una opción es tener un modelo sostenible con sepulturas temporales, donde si bien son perpetuas, un cuerpo está 10 años en un espacio. Pasado ese tiempo se retira, se crema y va a un cinerario del camposanto. Con lo que se libera el espacio para volverlo a usar.
El periodo de 10 años es lo que se conoce como la “curva del dolor”, el tiempo promedio que se visita al familiar fallecido. Pasado ese tiempo ya no va nadie a visitar al difunto. Todo esto se hace con el fin de no implementar nuevas áreas de camposantos.