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Shirley Garay shirley.garay@diariogestion.com.pe

Félix de Vicente es ingeniero comercial de profesión. Sin embargo, su trayectoria personal cuenta con un hito político: en el 2013 asumió como ministro de Economía, Fomento y Turismo de Chile, labor que desempeñó durante un año.

Como parte de sus obligaciones, tuvo ocasión de venir al Perú, pero "como ministro uno viene encasillado, con una agenda, así que no tiene tiempo de saludar a los amigos", recuerda el hoy presidente de la empresa Kitchen Center.

¿Qué es más complicado, ser empresario o político?Al comienzo, ser empresario es difícil, pero ser político es muy duro. Cuando eres un funcionario, cada día te despiertas pensando qué hacer para "tratar de apagar el incendio".

¿Cómo fue ese cambio al entrar a Kitchen Center?Empecé con Kitchen Center en el 2002. Luego, por una cercanía con el canciller de entonces, asumí el cargo en ProChile en el 2010, y dejé un equipo en la empresa. Cuando regresé en el 2014, encontré un desastre y le pedí al gerente que se fuera.

¿Es difícil decirle a alguien que se vaya?Cuando el desastre es tan grande, da rabia e impotencia. Y no me dolió, a pesar de que me considero alguien muy preocupado por las personas. Pero me encontré con un error bastante grande que pudo costar la empresa.

Usted tomó una decisión poco común…Sucede que una empresa distribuidora tenía una gran deuda vencida con nosotros. Cuando le pregunté al gerente si la había cobrado, me respondió que de eso se encargaba la secretaria. Me pareció el colmo de la ineptitud. Entonces, le pedí que viniese conmigo a quien era mi mano derecha en ProChile, pero él dudaba. Le dije que lo fundamental era que tuviese sentido común.

¿Ese es un rasgo de un buen empresario?Claro. También hay que tener el cuero duro y afirmarse, porque de repente uno puede pasarlo mal.

¿Recuerda su primer trabajo?Empecé vendiendo frutas cuando tenía 15 años. Mi papá tenía un campo pequeño y, después de trabajar hasta las 5 p.m., le ayudaba a cosechar. Luego, un amigo que tenía un camión me llevaba a la feria de Rancagua a vender los productos.

¿Qué tal esa experiencia?Era duro, recuerdo que el carro era tan viejo que las ventanas delanteras se abrían y agua del radiador te salpicaba. Y el viaje que debía demorar tres cuartos de hora nos tomaba cuatro.

¿Qué lección le dejó ese primer trabajo?Que la gente es buena. Creo que es porque me lo hacían fácil porque era chico. Cuando das confianza, te dan confianza.

¿Qué actividades realiza cuando no está en el trabajo?Los fines de semana no trabajo y alguna que otra tarde en la semana me la tomo libre. Ando en bicicleta, juego golf o voy al campo. Soy agricultor, además.

¿Cómo es su rutina laboral personal?Trato de ir tres veces a la semana al gimnasio, después voy a Kitchen Center. Luego salgo a los directorios, lo que implica muchas llamadas con los ejecutivos. Ahora WhatsApp empieza a volverte loco; antes era para los amigos, hoy se mandan informes, PDF, etcétera.

¿Tiene redes sociales?Tengo Twitter e Instagram; pero, en general, no me gustan mucho. Le tengo susto a equivocarme o dañar a alguien.

¿Qué opinión le merecen estos avances tecnológicos?Las industrias están cambiando completamente. El top ten de empresas más grandes hoy no existían hace 30 años. Lo lindo de todo eso es que cualquier joven que tenga una buena idea puede ser el siguiente Mark Zuckerberg. Tiene a su favor la democracia de Internet.