(Bloomberg) Cómo fijar el precio de los fármacos es un dilema para el país, y aparentemente para Donald Trump también. La semana pasada, algunos máximos ejecutivos de empresas farmacéuticas salieron de una reunión con el nuevo presidente creyendo que éste había retirado el apoyo que antes había prometido dar a la negociación directa del precio de las drogas por Medicare.

Pero el secretario de prensa Sean Spicer señaló que Trump no había retirado ese apoyo.

Los inversionistas comprensiblemente parecen confundidos respecto a cuál es exactamente la postura del presidente. El Índice Nasdaq Biotechnology cayó el miércoles pero sobre todo debido a una baja de 10% en Gilead Sciences Inc. y menos que cuando Trump expresó su apoyo a la negociación de precios el mes pasado.

Pero este ida y vuelta es el enésimo recordatorio de que no es muy sensato de parte de las farmacéuticas hacer conjeturas a su propia medida sobre los objetivos de Trump. El no abordar de manera frontal la cuestión de los precios puede ser contraproducente.

El último informe anual de Express Scripts sobre determinación del precio de los fármacos y el gasto de los empleadores muestra que el aumento del costo de las medicamentos efectivamente se desaceleró el año pasado.

El costo unitario de las especialidades farmacéuticas, la categoría más costosa de medicamentos, subió 6.2% después de los descuentos del fabricante. Se trata del aumento más pequeño en cinco años.

Sería bueno que esta desaceleración del aumento de precios fuera una reacción a las críticas generalizadas. Pero la mayor parte de ella se debe a una nueva generación de drogas para la hepatitis C, cuyo costo unitario se redujo casi 7% debido al incremento de la competencia y los descuentos.

En el caso de las drogas para la inflamación, la diabetes, la esclerosis múltiple y el VIH, los precios se aceleraron.

La alternativa que propuso la industria farmacéutica a la negociación a cargo de Medicare es, según se dice, fijar los precios sobre la base del valor percibido (no el costo de producción), ofreciendo descuentos si las drogas no funcionan como dice la publicidad.

El concepto es interesante. Pero es difícil medir el impacto de muchas drogas y no se ha demostrado que tales estructuras de precios se traduzcan en un ahorro considerable y de gran escala.

La implementación generalizada llevaría años y los precios de muchos medicamentos seguirían siendo altos.

La negociación por parte de Medicare sería políticamente difícil de implementar y no es una panacea. Pero sin duda tendría un efecto más inmediato que la fijación de precios basada en el valor percibido. Es apreciada por votantes de ambos partidos. Y no hay duda de que otros países la usan de manera muy eficaz, como dijo Spicer en su conferencia de prensa.

Muchos medicamentos de clases competitivas como los de la diabetes podrían quedar bajo una significativa presión de precios si la negociación por parte de Medicare se convirtiera en una política.

Ante semejante amenaza –y un presidente que calificó los precios de "astronómicos"-, las farmacéuticas sólo ofrecen un experimento posiblemente ineficaz que requiere poco sacrificio en el corto plazo.

Esto indica que la industria todavía no está sintiendo el impacto de la escalada constante de los precios sobre los pacientes y sobre su reputación.

En forma independiente, algunas compañías han tomado medidas positivas en materia de determinación de precios. En los últimos meses, Allergan PLC AbbVie Inc. y Novo Nordisk A/S prometieron aumentos anuales de precios (relativamente) moderados, de menos del 10%, para sus drogas.

Un aumento del 10% sigue siendo cuatro veces más alto que las expectativas de inflación estadounidense para 2017. No es un gran sacrificio.

Pero es el tipo de concesión que, si se la adopta de manera general, podría permitir a un presidente muy consciente de su imagen dar la vuelta olímpica y dejar a este sector industrial más o menos en paz.

Si pone un cierre la negociación a cargo de Medicare por más de una semana, ese sacrificio valdrá la pena.