La Comisión de Comercio Justo de Japón planea elaborar una serie de directrices regulatorias nuevas en pocos meses. (Foto: AFP)
La Comisión de Comercio Justo de Japón planea elaborar una serie de directrices regulatorias nuevas en pocos meses. (Foto: AFP)

Por Lionel Laurent 

El futuro de la industria tecnológica fue alguna vez decidido por empresarios mesiánicos (con ayuda de inversionistas de capital de riesgo e impulsores de Silicon Valley) que ofrecían sus sermones a multitudes cautivadas en recintos cavernarios. Actualmente son los reguladores de libre competencia y los analistas políticos, que comúnmente se pueden encontrar en salas de conferencias alfombradas, los que parecen haberse apoderado del púlpito.

Inversionistas en , y sin duda testificarán sobre este cambio de poder luego de que la amenaza de medidas antimonopolio por parte de hiciera que sus acciones cayeran al comenzar la semana (las de Apple han remontado levemente).

Ciertamente hubo una gran muestra de determinación por parte de los asistentes a una reunión de funcionarios antimonopolio de la a la cual acudí el lunes en París, respaldada sin duda por el hecho de que los estadounidenses finalmente comenzaron a seguir el camino europeo para abordar las tendencias monopólicas de los gigantes tecnológicos.

Margrethe Vestager, la comisaria de Competencia de la , se alineó con funcionarios del Departamento de Justicia y la Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos, además de reguladores de Gran Bretaña, Francia y Alemania, para ofrecer indicios sobre lo que se aproxima para la industria.

Si bien aún existe mucha tensión entre funcionarios de ambos lados del Atlántico, la imagen general fue la de una clase reguladora empeñada en recuperar el tiempo perdido. Incluso en Europa está la sensación de haber dejado mucho en manos del mercado durante demasiado tiempo. Vestager ofreció una mirada retrospectiva sobre sus cinco años en el cargo, marcados por tres multas contra, y admitió: "pudimos haber actuado más rápido".

El arrepentimiento es algo poderoso, en particular cuando crece la presión política para actuar. El ejemplo de fue mencionado frecuentemente como algo que no vino venir nadie: su venta a en US$ 1,000 millones fue aprobada en el 2012, más que nada porque tenía un personal reducido, no percibía ingresos y sería mantenida a distancia.

El hecho de que Instagram sea ahora un gigante por derecho propio hizo que los reguladores entendieran la necesidad de adoptar una postura más dura sobre las adquisiciones de startups prometedoras por parte de las grandes tecnológicas.

Instagram tenía 30 millones de usuarios cuando fue adquirida por Facebook. Actualmente posee más de 1,000 millones. Instagram comparte muchos datos de usuarios con su red matriz, una práctica que generó objeciones de parte de reguladores alemanes este año.

En el 2012, no obstante, hubo poca inquietud: reguladores de la libre competencia del Reino Unido escribieron en ese entonces que la mayoría de los terceros "no creía que las aplicaciones de fotos fueran atractivas para los anunciantes", citando el hecho de que se recopilaba una cantidad "limitada" de datos de usuarios.

Siendo justos con el fundador de Facebook, , no es su culpa haber tenido un entendimiento más agudo sobre el potencial de Instagram, pero esto no debería impedir que los policías del mercado redoblen sus esfuerzos para evitar que incluso más poder de redes sociales quede en manos de un solo hombre.

¿Cuántos otros Instagram no se vio venir? Es difícil decirlo. Andrea Coscelli, titular de la Autoridad de Competencia y Mercados británica, estima que Amazon, Apple, Facebook, Google y Microsoft han comprado en conjunto cerca de 250 compañías en los últimos cinco años. Por cada gran adquisición como el acuerdo de Facebook con WhatsApp, hay muchos como "tbh", una red social para adolescentes que Zuckerberg compró en el 2017 y posteriormente cerró.

Existe la sensación entre los reguladores de que a las startups no se les da la oportunidad de crecer y competir. Son adquiridas apenas entran a la "zona de eliminación" de las grandes tecnológicas (donde potenciales rivales prometedores simplemente son sacados del camino). Se espera una ofensiva para abordar esta práctica, como por ejemplo bajar la carga de evidencia requerida para identificar posible daño anticompetencia producto de una adquisición. Ariel Ezrachi, profesor de legislación sobre competencia de la Universidad de Oxford, señala que los funcionarios están más alerta frente al "costo de no hacer nada".

Entonces, ¿deberían Google, Facebook y el resto anticipar una ofensiva antimonopolio de parte de Estados Unidos similar a la de la UE? Quizás, aunque en la reunión de la OCDE no hubo mucho apetito por adoptar medidas agresivas como disoluciones.

Andrew Finch del Departamento de Justicia y Noah Phillips de la Comisión Federal de Comercio recalcaron que el tamaño en sí no es algo malo, pero "los grandes que se comportan mal" son un problema, indicó Finch. Como tal, un resultado más probable sería multas importantes.

Si bien hay muchas otras voces estadounidenses que claman por revivir el desmantelamiento de monopolios visto durante los días de John D. Rockefeller, Finch manifestó que la era actual tiene más en común con los noventa y la década pasada, cuando las empresas usaban patentes para frenar el ascenso de sus rivales. "Estos momentos suelen resolverse solos", me comentó. No fue exactamente el tipo de oratoria demagógica en el cual podría caer Elizabeth Warren.

Así que lo lógico es seguir esperando que Europa tome las medidas antimonopolio más agresivas y atrevidas, pero no se puede ignorar el cambio en ambos lados del Atlántico. La gente quiere normas más estrictas y estas llegarán.

(*) Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.