Redacción Gestión

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PREOCUPANTE. Poco después de conmemorar el quinto aniversario de la caída de Lehman Brothers, el Congreso estadounidense decidió no aprobar un acuerdo para financiar al Gobierno federal para el año fiscal que empezó este mes. Debido a este impasse, más de 800,000 trabajadores estatales y más de un millón recibirán sus sueldos a destiempo.

La mención a la recesión iniciada en el 2008 nos sirve para entender la relevancia del rol del gasto fiscal en la recuperación de la economía de Estados Unidos. Al estallar la crisis, la mayoría de gobiernos del G20 reaccionaron de manera similar con rescates financieros (bailouts) y enormes paquetes de estímulo fiscal, además con políticas monetarias expansivas. Al poco tiempo, sin embargo, los países europeos comenzaron a recortar sus gastos para priorizar sus preocupantes niveles de deuda. Estados Unidos, por el contrario, siguió gastando para incentivar la economía, incluso con recortes a los impuestos. Los efectos de esta agresiva política fiscal se traslucen con facilidad al comparar la situación económica actual de los Estados Unidos con la de los países europeos.

La situación hoy, no obstante, no es la misma que la del 2009 o 2010. La economía está emergiendo de la recesión de años anteriores y la confianza de los inversionistas está volviendo cada vez más rápido a los niveles precrisis. No es necesario un estímulo fiscal para suplir la demanda privada. Sin embargo, la economía tampoco está recuperada del todo, por lo que cualquier tropiezo tiene la capacidad de iniciar una larga caída.

En términos inmediatos, la paralización del Gobierno tendría un efecto negativo del 0.1-0.2% del PBI por cada semana que permanezca así. Algo negativo pero no nefasto asumiendo que el tema se va a tener que solucionar en algún momento. El problema más grave para el país es la desconfianza que genera un Congreso tan impredecible, como ha probado ser este. Sobre todo, cuando en dos semanas vence el plazo para aumentar el techo de la deuda americana, un tema que, de no resolverse, sí tiene el potencial de ser nefasto para la economía del país norteamericano.

Mientras tanto, la incertidumbre de los inversionistas frente a la situación de Estados Unidos mejora la posición relativa del Perú atrayendo más capitales (o, por lo menos, demorando su salida).