El tipo de cambio abrió estable el jueves. (Foto: Reuters)
El tipo de cambio abrió estable el jueves. (Foto: Reuters)

La depreciación del dólar fue una de las sorpresas del mercado en 2017 y desafió las predicciones realizadas por muchos analistas y economistas a comienzos de ese año.

La persistente debilidad en 2018 ha llevado a algunos, incluidos los funcionarios europeos, a advertir sobre posibles efectos perjudiciales sobre el crecimiento. Ellos resaltan lo que puede considerarse el síndrome de la "papa caliente" de los mercados de divisas: nadie parece capaz o dispuesto a navegar por las consecuencias de crecimiento y comercio de una apreciación significativa y duradera de su moneda.

Aunque estas preocupaciones son comprensibles y es poco probable que desaparezcan pronto, una depreciación significativa adicional del dólar está lejos de ser un hecho.

Además, Europa y Japón tienen la posibilidad de hacer frente a los efectos indirectos de las recientes fluctuaciones del tipo de cambio, aunque la situación complica las cuestiones de políticas inmediatas que enfrentan tanto el Banco de Japón como el Banco Central Europeo.

Cuando se mide según el índice DXY, el valor del dólar frente a otras monedas cayó 10% en 2017, con otro descenso del 1.5% en lo que va de este año. Estas variaciones han confundido a muchos analistas, en especial a aquellos que se centran principalmente en los acontecimientos económicos y de políticas de Estados Unidos.

Después de todo, la Reserva Federal ha terminado aumentando las tasas más de lo que predecían los mercados hace un año, y la economía ha crecido más rápido de lo esperado, resultados que normalmente conducirían a una apreciación de la moneda.

Es cierto, hace un año el presidente Donald Trump advirtió que un dólar demasiado fuerte tendría efectos perjudiciales en el crecimiento, comercio y empleo de EE.UU. Esos comentarios llevaron a una depreciación inmediata. Pero otro factor que ha contribuido a la sorprendente evolución de la moneda es lo que ha estado sucediendo en el exterior, incluso en Europa.

Liderado por Alemania, el crecimiento de Europa ha superado con creces las expectativas, lo que ha llevado a muchos a adelantar el calendario para la reducción del estímulo de la política monetaria por parte del Banco Central Europeo.

Desde las elecciones francesas hasta las secuelas de la votación en Alemania y el referéndum catalán, la política ha sido menos perjudicial para el crecimiento y los flujos de capital de lo que muchos esperaban.

Además, el probable surgimiento de una asociación entre Emmanuel Macron y Angela Merkel en el corazón de la zona euro ha aumentado las esperanzas de un liderazgo económico más audaz y coordinado en el continente en su conjunto.

Al mismo tiempo, un proceso tortuoso ha retrasado el impacto económico y financiero del Brexit (incluso en la libra esterlina, que se negoció a principios de esta semana frente al dólar en un nivel que no se veía desde antes del referéndum de junio de 2016).

Aunque al principio se sorprendieron, los mercados ahora descuentan este conjunto de circunstancias europeas que favorecen al euro. Algo similar ha sucedido también con Japón, así como con los países emergentes, donde las preocupaciones sobre las posibles perturbaciones del comercio y la deuda han dado lugar en muchos casos a un mayor optimismo sobre el crecimiento y la viabilidad financiera.

De hecho, a partir de aquí, el saldo de posibles sorpresas económicas alcistas, y el endurecimiento de la política monetaria (más allá de las expectativas actuales del mercado) que conllevaría eso, es probable que favorezca más a EE.UU.

Esta es una de las razones por las cuales el dólar más débil no es tan perjudicial para la recuperación global sincronizada como algunos temían.

Su impacto negativo en el crecimiento también se minimizaría si tanto Europa como Japón se movilizaran más agresivamente en la reforma estructural pendiente. Sin embargo, esto no anulará los desafíos inmediatos a los bancos centrales.

Un euro y un yen más fuertes se traducen en una nueva disminución de las presiones inflacionarias, incluso cuando tanto el Banco de Japón como el Banco Central Europeo todavía no han superado totalmente sus preocupaciones sobre una deflación dañina.

En otras palabras, las preocupaciones sobre la baja tasa general de inflación, o baja inflación, abruman, al menos por ahora, la posible distinción entre las causas buenas y malas de desinflación.

Esto reforzará la postura de precaución de estos bancos centrales, manteniéndolos altamente dependientes de los datos, y es probable que se equivoquen hacia un lento gradualismo continuo por ahora, a pesar de la recuperación significativa en el crecimiento económico real y futuro.

Autor: Mohamed El-Erian