Redacción Gestión

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Tomado de El ObservadorRed Iberoamericana de Prensa Ecónomica

La economía uruguaya se encuentra en un punto de inflexión que la obliga a tener nuevos mecanismos de crecimiento si pretende dar el salto definitivo hacia el desarrollo. Ese será el principal reto del gobierno que se elegirá el 2014.

Uruguay atraviesa una etapa de transición. Atrás quedó esa economía que crecía casi sin proponérselo, donde el capital abundante, los recursos humanos disponibles y la expansión de sus principales mercados comerciales hacían que la actividad creciera a un ritmo impensado hace tan solo una década. Hoy el panorama cambió. Si bien el horizonte no presenta amenazas inmediatas, Uruguay se encuentra en un punto de inflexión que le obliga a aceitar los mecanismos de crecimiento si quiere dar el salto definitivo al desarrollo. Ese será el principal desafío del gobierno que será electo en 2014.

En la primera década de este siglo, Uruguay enfrentó una de las peores crisis económicas de su historia, pero a partir de 2004 su suerte dio un drástico giro. El contexto internacional llevó a un boom en el precio de los principales bienes de exportación de la mano del florecimiento de las grandes economías emergentes. Al mismo tiempo, la creciente facilidad para el acceso al capital barato hacía de Uruguay un destino suculento para los inversores mundiales. La crisis dejó tras de sí una tasa de desocupación de 17% y niveles de educación por encima de los países de ingreso medio, lo que garantizaba una alta disponibilidad de mano de obra con un alto nivel de calificación, pero sobre todo con niveles salariales muy competitivos con el resto del mundo. Y no solo el capital humano era abundante y barato, también la tierra y el financiamiento.

Pero hoy, el incremento promedio de 5,9% anual a partir de 2005 ya es cosa del pasado. Esas fuentes de crecimiento que beneficiaron al país en la última década se están agotando y si la economía uruguaya quiere mantener su dinamismo, tendrá que encontrar otras fuentes, otros caminos para crecer. La mano de obra calificada disponible en Uruguay es hoy escasa y cara. Con un desempleo de 6%, se requieren políticas activas para que los uruguayos no empleados puedan adquirir las capacidades que las empresas requieren.

Al mismo tiempo, el inminente revés de los estímulos económicos en EE.UU. encarecerá el financiamiento y es de esperarse que el capital deje de ser barato y el país deba competir con sus pares como destino de los menguados flujos internacionales de inversión directa.

El motor externo parece apagarse. No solo el crédito tenderá a escasear sino también la demanda. Las materias primas, principal rubro de exportación local, ya vieron sus máximos valores en los últimos dos años y de ahora en más solo se puede esperar una caída, aunque no muy pronunciada.

Además, Uruguay deberá lidiar con el hecho de ser un país encarecido, en buena medida, por el crecimiento económico, la mejora en la productividad y las restricciones del mercado laboral, pero además como consecuencia de una política económica que no logró anticipar esta situación.

Estos son los desafíos para el próximo gobierno, que será electo en 2014 y asumirá en marzo del año siguiente. Hasta ahora, la cuestión del crecimiento parecía cosa sencilla. De hoy en más, el crecimiento económico deberá ser deliberado, con políticas que estimulen la generación de capacidades en materia de recursos humanos y de infraestructura, con una estrategia de inserción externa proactiva, que logre articular el inevitable relacionamiento comercial con los países vecinos con una cada vez más necesaria apertura al resto del mundo.

Ya no alcanza con administrar la bonanza, los tiempos que corren exigen generarla.

ANÁLISIS. EL PAÍS DE DON MUJICAGabriel PastorSUBEDITOR JEFE DE EL OBSERVADOREl presidente uruguayo, José Mujica, se mueve en el escenario internacional como si se tratara de una estrella de rock. Este ex guerrillero del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T), que cuando termine su mandato el 1º de marzo del 2015 tendrá casi 80 años, despierta el interés de los medios de comunicación más importantes del mundo, de los jefes de Estado de países desarrollados y de empresarios multimillonarios como David Rockefeller y George Soros, que en la década de 1960 representaban la mismísima imagen del diablo para el grupo de izquierda de Mujica.

¿Qué político en vida y gobernantes en ejercicio pueden llamar la atención de un cineasta como el serbio Emir Kusturica –el mismo que hizo un largometraje sobre Maradona- para documentar su periplo de vida? Ningún presidente de Uruguay recibió tanto interés de los líderes de opinión mundial como Mujica. Hasta estuvo en la nómina de los premios Nobel de la Paz, propuesto por el mismísimo Mijail Gorbachov.

Los focos se encienden por un presidente uruguayo que lleva una vida muy modesta en una humilde chacra en el oeste de Montevideo, conduce un viejo Volkswagen "escarabajo", almuerza en "boliches" de barrio como cualquier hijo de vecino, dona una parte de su sueldo para un plan de construcción de viviendas y promueve una ley que liberaliza la producción y venta de marihuana ante el fracaso generalizado del combate al narcotráfico.

En la política doméstica, sin embargo, la gestión del ex guerrillero no ha tenido todas las luces incandescentes que lo iluminan del exterior.

Con el viento a favor de la economía (precios altos de commodities y capital barato) y políticas macroeconómicas en mayor medida ortodoxas, el gobierno del izquierdista Frente Amplio ha logrado navegar sin sobresaltos durante la mayor parte del periodo, aunque se espera una desaceleración que algo golpeará al barco uruguayo.

No obstante ello, las principales reformas que prometió Mujica cuando asumió el 1º de marzo del 2010 no las pudo concretar por falta de liderazgo o impericia política.

La falta de seguridad pública y el deterioro de la educación pública han sido dos asuntos en que el Poder Ejecutivo no ha logrado progresos –la calidad de la enseñanza media en realidad sigue en retroceso- como clama la sociedad. A eso habría que sumar un hecho sin precedentes en la historia de este país: la Suprema Corte de Justicia declaró inconstitucional seis leyes que fueron impulsadas por el Poder Ejecutivo.

Pese al desempeño político errático, el Frente Amplio sigue captando la mitad del electorado a un año de las elecciones presidenciales. La intención de votos, medida en octubre por la prestigiosa consultora Cifra, muestra que la coalición de izquierda recoge el 45% del total; el Partido Nacional, 25%; y el Partido Colorado, 15%.

¿Cuál es el fundamento de esa distribución electoral? El director de Cifra, Luis Eduardo González, cree que hoy el Frente Amplio es el partido de las capas medias y medio bajas, un electoral que pertenecía al colorado José Batlle y Ordóñez (el gran referente del Uruguay moderno) en los primeros años del siglo XX.

Si González está en lo cierto, entonces debería ocurrir una catástrofe política para que el Frente Amplio no continúe en el poder el 1º de marzo de 2015 con la candidatura del ex presidente Tabaré Vázquez.

Y también es probable que Vázquez, además, no pueda disfrutar de una luna de miel si llega por segunda vez al poder. No solo por la desaceleración de la economía, sino porque debería encarar las frustradas reformas de su compañero Mujica.