Rápida, accesible y barata. Estos son los pilares de la denominada “fast fashion” -moda rápida-, una tendencia gracias a la cual obtener una prenda en cualquier temporada del año cuesta menos que comprar una bolsa de naranjas, pero, ¿cuál es la vida útil de esta ropa y cuáles son las consecuencias de su consumo vertiginoso?
Según un informe de la Comisión Europea (CE), cada ciudadano consume de media al año 26 kilos de textil, una cifra que se traduce en la generación anual de más de 16 millones de toneladas de este tipo de residuos en la Unión Europea (UE), lo que implica un gran impacto ambiental derivado de la cantidad de agua y energía empleada para la creación de una prenda (unas zapatillas de deporte requieren, por ejemplo, 4,400 litros de agua).
De acuerdo con las cifras facilitadas por el informe “Por una defensa de la moda circular”, elaborado por la Federación Europea de Empresas Sostenibles en el 2019, el 73% de los materiales utilizados para la fabricación de ropa acaban en vertederos o incinerados, y solo un 1% de ellos se recicla, un problema que se ve agravado ante la gran dificultad de darles una segunda vida a causa de la multitud de elementos que componen una prenda y que han de reciclarse por separado.
El presidente de la Asociación Empresarial del Sector del Reciclaje Textil de España y Portugal (Asirtex), Pedro Andrés Oliver, indicó que lo que falta en la cadena de reciclaje textil para que resulte eficiente es “pensar no solo en cómo vender más y mejor, que es lo que ha ocurrido hasta ahora, sino diseñar pensando en la vida final del producto desarrollado, que es de lo que nadie se ha preocupado hasta hace bien poco”.
Además de eso, Oliver recomienda a los ciudadanos informarse de la localización del punto de recogida de textil más cercano y llevar ahí las prendas a fin de que los gestores autorizados “realicen la actividad profesional correctamente”, y evitar en la medida de lo posible “depositar lo que no se desee utilizar en los contenedores de residuos generales”.
De esta forma, con los conceptos de “circularidad” y el reciclaje en mente, la start-up belga Resortecs ha inventado un hilo que se disuelve con el calor, un prototipo que ha sido premiado en el Concurso Europeo de Innovación Social del 2020 organizado por la Comisión Europea.
“Hoy por hoy, es imposible reciclar ropa”, sentenció Cédric Vanhoeck, ingeniero de diseño y cofundador de Resortecs. “Hay botones, cremalleras y etiquetas y esto lo convierte en una tarea realmente complicada, porque se han de quitar manualmente y separarlas del textil, lo que resulta un proceso muy caro”.
“Nuestra solución es la creación de un hilo que se funde a altas temperaturas, que se puede utilizar en máquinas de coser que ya existen y a la hora de separar las piezas de una prenda no necesitaríamos utilizar tijeras, sino que con el calor la costura desaparecerá y obtendremos automáticamente piezas de tela separadas”.
Así, el proceso da comienzo con el uso del hilo “termosoluble” de Resortecs para ensamblar una prenda en su fabricación, que, según sus creadores, está listo para incorporarse a cualquier máquina industrial.
Y cuando la vestimenta llega al final de su vida útil, pasa por un horno en la cadena de reciclado que hace desaparecer las costuras, “desmonta” la prenda y permite volver a utilizar la tela sin necesidad de producir una nueva desde cero.
Por el momento, Vanhoeck afirmó que están haciendo pruebas: “Estamos haciendo tests con algunas marcas de ropa para incorporar nuestra idea, así como con fábricas para implementarlo en el proceso de montaje”, un contacto que también mantienen con empresas de reciclaje para “ubicar estos hornos a fin de ‘cerrar el círculo’”.