(Bloomberg) ¿El crecimiento económico capitalista lleva a una mayor o a una menor desigualdad?

El economista de mediados del siglo XX Simon Kuznets pensaba que al principio la industrialización llevaría a una mayor desigualdad en tanto unos pocos empresarios y trabajadores pioneros se mudaran a las ciudades donde tenía lugar el crecimiento.

Pero conforme las zonas rurales se vaciaran y la economía madurara, señaló, la desigualdad se reduciría. Esta predicción contradecía las ideas marxistas, que preveían que una clase capitalista llevaría a ritmo constante a los trabajadores del mundo a la miseria. La solución a los problemas del crecimiento capitalista, afirmaba Kuznets, era más crecimiento capitalista.

Recientemente, muchos países en desarrollo han avanzado por el sendero del enriquecimiento económico que alguna vez recorrió el mundo desarrollado. La industrialización de China, que siguió a las reformas de libre mercado de la década de 1980, ha sido espectacular, y la de India sólo un poco menos.

El ascenso de América Latina ha sido más parsimonioso pero sus ciudadanos también han ingresado a las filas de la clase media mundial.

Como temían muchos escépticos del capitalismo, este desarrollo económico se ha visto acompañado por una profunda desigualdad. En América Latina, el problema es crónico y notorio: "niveles latinoamericanos de desigualdad" es un lugar común en las discusiones políticas.

Los informes sobre el crecimiento de la desigualdad en China son comunes. Algunos economistas, en especial Thomas Piketty, sostienen que la desigualdad aumenta de manera natural a menos que intervenga una guerra o una catástrofe para impedirlo.

Si los detractores del capitalismo tienen razón, esas tendencias continuarán mientras persista el crecimiento basado en los mercados libres. Pero si tiene razón Kuznets, habrá un punto de inflexión en que el crecimiento comenzará a reducir la desigualdad. Afortunadamente para todos los interesados, las evidencias recientes confirman la postura de Kuznets.

En América Latina, la desigualdad cae desde hace una década. Un estudio reciente de los economistas Nora Lustig, Luis Felipe López-Calva y Eduardo Ortiz-Juárez concluyó que casi todos los países latinoamericanos se volvieron más igualitarios en materia económica entre 2002 y 2012.

Esto es así medido por el coeficiente Gini, número de entre 0 y 1 que cuantifica la concentración de los ingresos de un país. Cuanto más alto es el número, más ingresos fluyen a manos de unos pocos.

Según el cuadro que elaboró el equipo de Lustig de cómo se modificaron los coeficientes de Gini en América Latina, sólo en Honduras aumentó la desigualdad.

Esas cifras incluyen las transferencias del gobierno, por lo que es importante preguntar qué parte de la reducción de la desigualdad en la región es resultado del socialismo.

Venezuela y Bolivia implementaron políticas socialistas agresivas en detrimento de sus economías en general y experimentaron algunas de las mayores reducciones de la desigualdad.

Lustig y sus colegas concluyeron que las transferencias del gobierno y las pensiones daban cuenta de entre el 21% y el 26% de la reducción de la desigualdad. Eso es importante pero dista de ofrecer un panorama completo.

El mayor porcentaje de la mejora, por lejos, surgió de las reducciones en la desigualdad de salarios. El grupo de Lustig relacionó esto con niveles crecientes de educación: en la década de 1990, muchos más latinoamericanos empezaron a ir a la escuela. El crecimiento económico es otra razón que explica el aumento de los salarios.

Esto último es congruente con la hipótesis de Kuznets. Pero incluso las reducciones de la desigualdad que provienen de una mejor educación y más redistribución del gobierno dependen del crecimiento económico para financiar esas políticas progresistas.

De modo que esta es otra manera en que el crecimiento con el tiempo puede hacer bajar la desigualdad.

En cuanto a China, hay indicios de que la desigualdad allí también ha llegado a su pico. Un estudio reciente de los economistas Ravi Kanbur, Yue Wang y Xiaobo Zhang revisó los datos notoriamente oscuros de China y descubrió que el coeficiente de Gini bajó de 0.533 en el 2010 a 0.495 en el 2014.

Este es un nivel de desigualdad alto según los estándares internacionales, pero una tendencia en la dirección correcta.

Kanbur, Wang y Zhang también vieron que el consumo chino se está tornando menos desigual desde el 2003. Y la desigualdad de ingresos salariales baja desde mediados de la década de 1990.

Aunque una parte de la caída se debe a la redistribución del gobierno –en su mayor parte de las costas ricas al interior pobre-, el grueso es resultado de la industrialización y la urbanización. A medida que más trabajadores se mudan de las aldeas a las ciudades, los salarios suben en las zonas rurales porque la mano de obra se vuelve escasa.

Este es exactamente el proceso que Kuznets tenía en mente cuando pronosticó que el crecimiento con el tiempo combatiría la desigualdad.

De modo que, aunque es demasiado pronto para tener certeza, parecería que la hipótesis general de Kuznets es correcta. El crecimiento capitalista con el tiempo lleva a los países hacia una menor desigualdad. Obviamente, colabora con ello que la redistribución socialista sea parte de mezcla.

Mientras las políticas socialistas no destruyan la economía, como ocurre en Venezuela, son una forma importante de hacer menos doloroso el proceso de industrialización.

Pero la lección general es que no hay que temer a la industrialización y el crecimiento capitalistas. Puede que la desigualdad aumente durante algún tiempo mientras el país sale de la pobreza, pero esa tendencia no durará eternamente.