Bloomberg.- La decisión del Banco Central Europeo de reducir el ritmo de la flexibilización cuantitativa (QE por la sigla en inglés) a partir del año próximo es la historia del perro que no ladró. Durante meses, se pensó que el histórico anuncio causaría un torbellino en los mercados financieros, haría subir los rendimientos de los bonos y bajar el precio de las acciones.

Lo que observamos en lugar de ello fue una reacción muy ordenada y hasta optimista, lo que demuestra que los bancos centrales podrían haber terminado por dominar la comunicación con los inversores.

El anuncio del BCE no fue trivial. Cuando el presidente Mario Draghi informó hace casi tres años que el banco central compraría 60,000 millones de euros (US$ 70,160 millones) en bonos por mes para combatir la amenaza de una deflación, se lo consideró un gran cambio de política monetaria.

A diferencia de la Reserva Federal de los Estados Unidos, el BCE se había mostrado renuente a embarcarse en una flexibilización cuantitativa. Se temía –en Alemania y otros países– que equivaliera a financiar los déficits gubernamentales, algo que prohíben los tratados europeos.

Sin duda, la medida ha tenido éxito. El crecimiento ha retornado a la zona del euro y el riesgo de una deflación ha desaparecido.

La pregunta, sin embargo, siempre ha sido cómo reaccionarían los mercados financieros ante el primer indicio de retirada de ese escudo monetario. En EE.UU., a la Fed le resultó difícil comunicar su salida de la QE, tal como lo demostró el llamado "taper tantrum" en junio de 2013, que generó una conmoción en el mercado de bonos del Tesoro de EE.UU. y en todo el mundo emergente.

El BCE tuvo en junio de este año su propio "mini tantrum" luego de que un discurso de Draghi en un cónclave en Sintra, Portugal, hiciera subir los bonos de la zona del euro, que volvieron a bajar en el transcurso del verano (boreal).

La reacción del mercado ayer, en cambio, fue más bien un encogimiento de hombros colectivo. El euro bajó más de 1 punto porcentual en el día. Los rendimientos de los bonos del bloque monetario también declinaron.

Mientras tanto, los mercados bursátiles europeos continuaron su avance, dado que también celebraban los indicios de una posible dilución de la crisis en Cataluña.

La decisión del BCE es solo el primer paso de un largo proceso de normalización. La entidad seguirá comprando 30.000 millones de euros de bonos gubernamentales y corporativos por mes a partir de enero y hasta septiembre. Las autoridades optaron por dejar abierto el final del programa de compra de activos y hasta se reservaron el derecho a incrementarlo si las condiciones económicas empeoraran. Draghi confirmó que las tasas de interés se mantendrán en un nivel bajo hasta mucho después de llegada a su fin la QE.

Pero la relativa calma de los mercados financieros tiene otras tres explicaciones.

En primer lugar, el BCE parece haber acertado en general en cuanto a la oportunidad de iniciar el retiro de su apoyo. La recuperación de la zona del euro se ha extendido a casi todos sus miembros, hasta a economías más débiles como Portugal e Italia.

Los inversores dan nuestras de una renovada disposición a invertir en esos países, lo que contribuye a que el banco central dé un pequeño paso atrás.

En segundo término, el banco central también ha tenido un buen desempeño en lo que respecta a sus comunicaciones. Draghi se apresuró a destacarlo en su conferencia de prensa: "En mi opinión, la reacción del mercado fue muy discreta", señaló, "a pasar de que se trata de un anuncio de cierta importancia".

Los participantes del mercado ya esperaban una reducción de esa magnitud y duración. Todo coincidió con las estimaciones de la mayor parte de los economistas que consultó Bloomberg antes de que se anunciara la decisión.

Por último, la reacción indica que la amenaza existencial para la zona del euro parece haber desaparecido por ahora. Los inversores saben que incluso si algún día el BCE se retirara por completo de los mercados, siempre podría volver en caso de ser necesario. Draghi se ocupó de dejar abierta la opción de una reversión de rumbo.

Es una gran diferencia en comparación con la crisis de deuda soberana –cuando la falta de una barrera de contención del banco central contribuyó al vertiginoso aumento de los rendimientos de los bonos soberanos de los países más débiles–, y una diferencia que contribuirá a mantener una mayor estabilidad en la zona del euro.

El BCE tiene ante sí muchos riesgos. Las divisiones en el seno del consejo gobernante, que comenzaron a aparecer esta semana, podrían profundizarse. La inflación podría acelerarse más rápido que lo esperado y obligar al banco central a renegar de sus promesas anteriores.

Los inversores podrían cambiar de opinión; por ejemplo, si el próximo incremento de la tasa por parte de la Fed hiciera subir los rendimientos de los bonos en todo el mundo. Pero por ahora el BCE parece haber transmitido el mensaje adecuado sobre una política apropiada.

Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial ni la de Bloomberg LP y sus dueños.