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Sistema bancario europeo: borrón y cuenta nuevaSantiago Fernández de LisEconomista jefe de Sistemas Financieros y Regulación de BBVA Research

El pasado miércoles las líneas maestras del ejercicio de "valoración completa" de los 128 principales , requisito previo para que esta institución se haga cargo de su supervisión directa. El BCE ha anunciado que este proceso, que durará 12 meses, incluirá una valoración de riesgos, una revisión de la calidad de los activos y un ejercicio de resistencia ("stress test").

Para entender la importancia de este ejercicio para la Unión Bancaria Europea basta comparar con lo ocurrido en Estados Unidos, cuyo sistema bancario, a pesar de ser el epicentro de la crisis, se encuentra ahora mismo en una situación bastante más saneada, gracias a una rápida identificación de las necesidades de capital y una decidida actuación de las autoridades, incluyendo una inyección de fondos públicos en exceso respecto a lo que era necesario. En Europa, en cambio, se actuó con retraso, los test de stress adolecieron de falta de transparencia y el enfoque de las recapitalizaciones fue tímido, parcial y escasamente coordinado entre países.

En parte como resultado de estas deficiencias, los mercados financieros europeos se han visto sometidos a una preocupante fragmentación, como señalan la alta correlación entre los spreads soberanos y bancarios, el colapso de la financiación interbancaria, el descenso en la utilización de colateral transfronterizo y el aumento de los flujos intermediados a través del BCE, entre otros indicadores. Empresas de similar calidad crediticia soportan costes del crédito muy diferentes según su localización, lo que distorsiona el mecanismo de transmisión de la política monetaria y es incompatible a largo plazo con la supervivencia del euro.

Las autoridades europeas, conscientes de que esta fragmentación era insostenible, pusieron en marcha el proyecto de unión bancaria, cuyo primer paso es la asunción de las funciones de supervisión bancaria por el BCE. Condición necesaria para que empiece a funcionar el Mecanismo Único de Supervisión (SSM) es poner a cero el contador de los principales bancos europeos, que serán supervisados directamente por el BCE, dando solución a los llamados "problemas heredados".

El hecho de que éstos continúen enquistados en los balances de algunos bancos europeos seis años después del inicio de la crisis no dice mucho sobre la transparencia alcanzada ni sobre las políticas adoptadas. El sistema bancario español ya fue sometido a un ejercicio similar el año pasado, por lo que no cabe esperar grandes necesidades de capital.

Las autoridades alemanas han argumentado, con razón, que los problemas heredados deben afrontarse con mecanismos nacionales. El análisis de la calidad de los activos debe servir para identificar las necesidades de capital, que deberán ser cubiertas, primero, con fuentes privadas; en segundo lugar, mediante un "bail-in" o conversión en capital de los llamados instrumentos híbridos (como las acciones preferentes y las obligaciones subordinadas); y en tercer lugar, con ayudas públicas que serán finalmente pagadas por el sector bancario, y podrán contar con financiación a través de fondos europeos del MEDE (Mecanismo de Estabilización Europeo).

Puede resultar chocante que el nuevo paradigma de "no más rescates bancarios con dinero de los contribuyentes" se abra con lo que puede terminar siendo una recapitalización masiva con fondos públicos. Es necesaria una adecuada política de comunicación para explicar que se trata de hacer borrón y cuenta nueva, y que los costes serán finalmente soportados por la propia industria bancaria.

También es importante para la credibilidad del ejercicio que se aplique la exigencia de "bail-in" de manera homogénea, y no en función de la capacidad de los diversos Tesoros nacionales, así como que no se perciba que las autoridades tienen incentivos para que resulten pocas necesidades de capital.

Se trata, en fin, de un ejercicio complejo y arriesgado, del que quedan numerosos aspectos por precisar. Pero es importante aprovechar esta oportunidad para despejar las dudas existentes y establecer una base sólida sobre la cual el BCE pueda hacerse cargo de la supervisión de los principales bancos europeos con garantías respecto a su solvencia. Solo así se podrá seguir avanzando en el resto de los pilares de la Unión Bancaria, incluyendo el difícil escollo del Mecanismo de Resolución Único.