Bloomberg.- Hubo un tiempo en que un estornudo en Santiago habría causado un resfriado en el mercado mundial del cobre.

Ya no. La primera ronda de las elecciones presidenciales en Chile arrojó el domingo un resultado sorprendentemente débil para el candidato favorito Sebastián Piñera, el multimillonario conservador que ha hecho su campaña sobre una plataforma de consolidación fiscal.

Las acciones del país registraron el lunes la mayor caída en seis años y el peso sufrió la mayor pérdida entre las monedas de mercados emergentes. El cobre apenas reaccionó y anotó un alza rutinaria del 0.75%.

Esa reacción complaciente es espeluznantemente similar a la forma en que el petróleo desestimó más o menos la intriga de palacio ocurrida en Riad a principios de este mes. Al igual que su par árabe en el mercado del crudo, el papel de Chile como la Arabia Saudita del cobre se está debilitando.

Apenas en 2005, Chile representaba más de un tercio de la producción mundial de cobre. El valor de las exportaciones de Perú, Australia y los países del TLCAN correspondían a solo el 55% del total de Chile en 2001. Hoy en día, los tres exportan un 50% más de cobre en valor y la cantidad de toneladas de Chile se ha reducido a menos de un cuarto de la producción mundial.

La razón es en parte geológica. En el apogeo de la industria, el trozo promedio de mineral en las reservas subterráneas de una mina contenía más del 1% de cobre. Desde entonces ha disminuido a no mucho más del 0.5% y caerá un 17% más en la próxima década, según Wood Mackenzie.

Chile, un eje del mercado global desde la década de los ochenta, está empezando a quedar rezagado. La minera estatal Corporación Nacional del Cobre, o Codelco, que alguna vez fuera el líder indiscutido, ha quedado detrás de Freeport-McMoRan Inc. en términos de producción y lucha por no ser superada también por BHP Billiton Ltd.

En Escondida, el mayor de los yacimientos de cobre, el accionista controlador BHP decidió informar resultados "ajustados por ley mineral" para reflejar la disminución de la calidad del mineral disponible. La producción de Chuquicamata y Radomiro Tomic, que alguna vez estuvieron entre las joyas de la corona de Codelco, está muy por debajo de sus niveles de hace una década.

Los enormes depósitos enclavados en las montañas de los Andes aún le otorgan a Chile algunas ventajas formidables. Collahuasi, la empresa conjunta de Anglo American Plc y Glencore Plc que es el segundo yacimiento más grande, tiene una reserva proyectada hasta la década de 2080.

Escondida podría operar hasta bien entrado el siglo XXII y una presentación de Codelco el mes pasado estimó que el mineral en su división Andina finalmente se agotaría en 2419.

No obstante, el tamaño no lo es todo. En un momento de disminución de la ley mineral en toda la industria, el atractivo de depósitos más ricos es cada vez mayor, como Oyu Tolgoi de Rio Tinto Group en Mongolia, las minas Taimyr de MMC Norilsk Nickel PJSC en Siberia e incluso las minas políticamente riesgosas del cinturón de cobre de África central. Ese es un campo en el que Chile, con sus grandes yacimientos de baja ley, realmente nunca ha podido competir.

Para el mundo, eso probablemente no sea malo. Nunca es bueno que los suministros de bienes básicos cruciales estén demasiado concentrados y el mercado de cobre más diverso en estos días entrega un grado de protección si la acción industrial, la política o el mal tiempo interrumpen el suministro en algún país.

Sin embargo, Chile aún depende del cobre para más de la mitad de sus exportaciones y la producción se ha estancado en el nivel de 5,5 millones de toneladas métricas por año alcanzado por primera vez hace una década. Quien sea que gane la segunda vuelta de las elecciones el próximo mes se enfrentará a un futuro en el que el apoyo tradicional del cobre a la economía parece más débil de lo que ha sido en décadas.