Carlos Paredes
Carlos Paredes

1Tras pasar unas semanas en Venezuela, hace poco regresé a Lima. ¡Sentí que llegaba al Edén! Pero después de unos días, me di cuenta de que algo andaba mal en el Paraíso. Adán y Eva se peleaban todo el día, casi no hablaban entre sí. La serpiente, por su parte, se arrastraba –desanimada y angustiada– como si ella y sus amigos fuesen a ser expulsados pronto.

En efecto, es probable que al verlos así, con el ánimo por los suelos y al percatarse de que –producto de la corrupción– en el árbol prohibido no quedaba ni una sola manzanita, el Pueblo se indignase y los expulsase a todos, diciéndoles: “¡Vayan a analizarse! Tienen todo para ser y hacernos felices, pero viven preocupados, haciendo trampa y en continuo conflicto, como una cuerda de infelices…”.

2. Tras contrastar el estado de ánimo de la élite peruana –depresivo y ansioso– con la situación y las oportunidades que tenemos, creo que de verdad nos vendría bien el analizarnos. Unas sesiones de introspección y reflexión, echados en el diván, seguramente serían provechosas. No podemos olvidar de dónde venimos, ni lo mucho que hemos logrado. Sí, hay problemas, pero también soluciones, y tenemos muchas oportunidades.

3. El psicoanálisis puede contribuir a la solución de problemas emocionales como ansiedad, depresión, angustias, obsesiones, fobias y agresividad. Imagínese usted cómo serían las plenarias del Congreso, si estas se llevasen a cabo después de la sesión psicoanalítica semanal de los padres de la patria.

Pagaría por presenciar una discusión constructiva entre fujimoristas y ppkausas sobre propuestas concretas para dinamizar nuestra economía o fortalecer nuestras instituciones; o por escuchar a los radicales declarar –tras enfrentar a sus demonios en el diván– que, efectivamente, políticas populistas como las del chavismo, son nefastas y que Maduro es, ciertamente, un dictador deplorable. La verdad, sería genial escucharlos a todos un poquito más cuerdos.

4. Asimismo, a PPK no le sentaría mal echarse en el diván de vez en cuando. Seguramente, se daría cuenta de que él también es un político… y, sobre todo, que hoy él es parte del problema, pero que, si se esfuerza en ser honesto consigo mismo y con nosotros, puede ser parte de la solución.

5. Sin embargo, más importante que la ecuanimidad del presidente, es la nuestra propia. Tras enfrentarnos a nuestros miedos y angustias en el diván, probablemente nos daríamos cuenta de que ni el presidente ni los congresistas son la causa de nuestros problemas. Como confesaba un conocido político hace poco: “El Perú avanza cuando los políticos dormimos”. Si a PPK lo vacan o él decide alejarse, aquí no pasa nada. Si lo dejan quedarse, tampoco pasa nada, porque con este gobierno, como está, poco o nada va a pasar en términos de reforma económica o política. Pero tampoco va a producirse un retroceso importante.

6. Este año pinta bien para la economía mundial y para el Perú. Cuánto crezcamos va a depender más de lo que hagamos o dejemos de hacer nosotros, que de lo que hagan o dejen de hacer nuestros políticos. Aislemos el ruido y focalicémonos en lo importante y en aquello que podemos manejar, que el entorno externo pinta bien.

7. Y, pensando en el largo plazo, es imprescindible que los peruanos dejemos de lado esta tendencia tanática hacia el pesimismo. Hay que dejar de ver el vaso medio vacío y parar de parafrasear a Zavalita preguntándonos “¿cuándo se jodió el Perú?”. Hay que poner las cosas en perspectiva y reconocer que –en contraposición al desastre venezolano– seguimos gozando de condiciones para dar un salto importante hacia adelante. Solo necesitamos cordura y voluntad.