Latinoamérica es casi como un gran país con enormes provincias. Compartimos historia, políticos similares, una actitud alegre, y casi los mismos problemas. Uno de los más preocupantes es el acceso a la salud.

Y es que en un tema tan delicado y profundo como el bienestar humano pueden mezclarse muchos de nuestros vicios ancestrales. Uno de ellos: el centralismo.

La manía de la región de orientar el desarrollo hacia un solo punto del país (sus capitales), deviene en una grave malinterpretación de la data estadística que orienta el crecimiento macro de las naciones.

José Luis Novoa, director de programas de la Fundación Gabriel García Márquez para un Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), asegura que las cifras positivas que visten la inversión en salud regional terminan disfrazando sus mismas carencias.

En pocas palabras, si tomamos Lima como ejemplo, el acceso a la salud de la capital peruana con sus más de 10 millones de habitantes, naturalmente, va a elevar los indicadores en comparación con las provincias más alejadas del país. Es decir, maquilla el resultado.

"Los promedios de las estadísticas esconden las desigualdades históricas de los países con sus regiones", comenta Novoa.

Pero incluso con estas estadísticas el Perú se encuentra por debajo del promedio de inversión en , que es de 7% en Latinoamérica. Además, Novoa se muestra preocupado por la falta de acceso a un seguro de salud, síntoma de una mala distribución del gasto público en el sector.

Ahora, si bien Latinoamérica es como una gran familia que comparte bastante historia, no deja de ser una genealogía de primos lejanos. Es decir, la realidad que sufre (o disfruta) cada territorio particular es diferente, y no podemos plantear una receta que solucione el caso de un país y pretender que funcione en otro.

Acortando la historia, no existe una fórmula para homogeneizar el acceso a la salud, pero sí podemos definir ciertos principios básicos que se deberían respetar en cualquier lugar, observa Novoa.

Más vale prevenirSi la inversión en se enfocara más en la prevención de enfermedades que en la solución de una pandemia, el panorama sería un poco diferente.

Promover un programa de deporte, por ejemplo, podría reducir potencialmente las enfermedades respiratorias o cardiovasculares. Entonces, técnicamente, estaríamos enfrentando lateralmente estos malestares.

Además, una campaña de vacunas o implementar una política social que promueva prácticas saludables, es mucho más barato que amoblar hospitales o comprar medicinas. Lo cual es bastante importante, sí, pero, a la larga, ¿lo que queremos es no enfermarnos, no?

El trío dinámico¿Quién es el responsable de la atención médica? Tradicionalmente, en Latinoamérica se le exige al Estado que asuma toda la responsabilidad del sistema de salud. Novoa asegura que esto es inviable.

Ni el Estado ni el sector privado. "No existe sistema fiscal en el mundo que pueda sostener una financiación 100% estatal del sector salud", asegura Novoa.

La responsabilidad de la en el mundo corre siempre por tres manos: el Estado, el sector Privado y los ciudadanos o usuarios.

La meta es encontrar un equilibrio entre estos tres participantes para evitar la corrupción, por un lado; el monopolio, por otro; y la muerte, en el caso del ciudadano.

Entonces, el Estado puede colocar regulaciones claras en los precios de una noche de cama en un hospital o clínica, o los tratamientos de salud, como análisis o rayos X.

El privado puede invertir en las áreas desatendidas por el gobierno para maximizar el alcance de la en el país. Y el ciudadano puede mantener una participación activa que evite abusos de una parte u otra.

Punto extraJosé Luis Novoa, desde la Fundación de 'Gabo', lanzó en Perú la quinta convocatoria del Premio Roche de Periodismo en Salud.