Alguna vez se ha sentido frustrado después de haber asistido a un taller de innovación y ver que lo único que obtuvo al final del día fue un diploma nombrándolo “Experto en Asuntos Churriguerescos”? Sí la respuesta es “SI”, no se preocupe porque usted no está solo (recuerde que hubieron, por lo menos, otros 40 incautos en el mismo taller). Pese a haber pegado dos kilos de post-it en las paredes, jugar a las matatenas y aplicar diligentemente la técnica del de-tín-marín-de-do-pingüe, sus anfitriones no lograron producir un solo concepto con potencial innovador. ¿Por qué? Porque la llave maestra de todo proceso innovador es el “desaprendizaje” y lo que usted vivió no pasó de ser un mero y aburrido repaso.
El desaprendizaje es un término que está en la boca de todos y en el cerebro de nadie porque no hay neurona que no colapse antes de comprender su verdadero significado. Esto último ocurre porque, desde pequeños, la única acepción de “aprendizaje” que ha sido acuñada en nuestra materia gris es de naturaleza acumulativa. Por ejemplo, antes de aprender cómo resolver ecuaciones algebraicas de cuarto grado es necesario que usted acumule conocimientos acerca de la resolución de ecuaciones de tercer, segundo y primer grado. Este “aprendizaje acumulativo” es la única alternativa que se ofrece en las escuelas y universidades (y por las que usted paga alegremente), e incluso en el ámbito de trabajo. El “aprendizaje acumulativo” es la base de la experiencia laboral. Un técnico acumula miles de horas de conocimiento en determinado puesto de trabajo y a esto le llamamos “experto”. Las empresas también construyen su éxito en función de los conocimientos del mercado que acumulan en el transcurso del tiempo. Pero, este aprendizaje no sirve para innovar.
Existe otra clase de aprendizaje, uno que no se enseña en ningún estamento del sistema educativo formal y que ningún competidor del mercado se atreve a practicar: el “aprendizaje de ruptura” que llamo así porque está basado en la destrucción de un paradigma o creencia a condición del descubrimiento de uno nuevo. Este tipo de aprendizaje produce dolor, crisis y cambios dramáticos en nuestra forma de pensar y nos lleva a un estado cognitivo absolutamente diferente del anterior. El “aprendizaje de ruptura” es la piedra filosofal del proceso innovador, sin él no es posible crear nuevo valor para el mercado.
Recuerde usted lo que sucedió la primera vez que le dijeron que Santa Claus simplemente no existe (sí no pasó por esta etapa de su vida tengo que informarle que no tuvo infancia o que nació a los 12 años) y que era su papá el que hacía las veces del viejo panzón o que el Hada de los Dientes no era más que su abuelita (la suya no la del Hada) que, al límite de la locura por escuchar semejantes alaridos por la prematura pérdida de su diente, le inventó tremendo cuento y le dejó unas monedas bajo la almohada para que termine con el escándalo. En ambos casos, usted estuvo expuesto a un doloroso proceso de “desaprendizaje” que acabó con sus antiguas creencias para dar inicio a otras nuevas.
Thomas Kuhn le llamaba a esto un “cambio de paradigma” mismo que ha existido desde que el hombre descubrió el fuego, pasando por las más variadas y pintorescas situaciones que van desde la destrucción de la teoría geocéntrica (cortesía de Copérnico) hasta la muerte de las páginas amarillas por alevosa culpa del teléfono inteligente (y la lista continúa creciendo). Es necesario mencionar que es más fácil lidiar con el “aprendizaje acumulativo” porque éste parte de una base nula de conocimientos (un cero kilómetros) o la adquisición de nuevos conocimientos que no contradigan a los que ya tenemos, mientras que el “aprendizaje de ruptura” desde el inicio debe confrontar conocimientos que hemos acumulado con anterioridad y a los que les otorgamos validez dogmática. Usted estará más dispuesto a consentir que la luz pueda alcanzar velocidades muy superiores a los 300,000 kilómetros por segundo, que aceptar que hay objetos en el Universo mucho más veloces que ella.
En los negocios, el desaprendizaje contradice frontalmente al paradigma dominante de cualquier industria creando uno nuevo, por ejemplo, un automóvil que no requiera de neumáticos para andar por las autopistas. Pero, sí en cambio, lo que se aprende está dentro de sus límites paradigmáticos, lo que usted habrá experimentado es un simple repaso, por ejemplo, un automóvil más veloz y seguro. En palabras cortas, para innovar es indispensable desaprender. Para mejorar, en cambio, sólo es necesario repasar lo aprendido.
Entonces, sépalo bien que en algún lugar hay un aguafiestas dispuesto a demostrarle que Santa Claus es tan real como un billete de siete dólares y que en el trayecto terminará por malograrle el negocio lanzando un concepto nuevo y original que destruya al paradigma dominante de su industria y de paso lo jubile (a usted) anticipadamente.
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