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sábado, 23 de enero de 2021
El cine es un espejo

Raúl Ortiz Mory

Foto del autor: Raúl Ortiz Mory

24 Festival de Cine de Lima: Círculo de tiza

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Raúl Ortiz Mory 01/09/2020 01:50

CirculoDeTiza

Jorge Acuña Paredes cubre de silencio la Plaza San Martín, aquel mítico espacio que ha cobijado innumerables protestas y cuantiosos triunfos y derrotas populares. Acuña sabe que su patria es la calle y que la plaza con nombre de libertador es su reducto más íntimo. Su impronta es marca registrada en el centro de Lima. Un accesorio imborrable de la ciudad que renace y envejece todas las noches. Una criatura de cara pintada y gestos amables, que goza del reconocimiento al paso como el trofeo más importante de su lucha diaria. Imposible pensar que no merezca un reportaje o un perfil audiovisual desde una perspectiva similar a la línea que él mismo pregona, en la misma sintonía de la  libertad absoluta que le ayuda para abstraerse de la realidad.

 

Acuña es un gran personaje. Los cineastas Jean Alcocer y Diana Collazos lo saben. Y Círculo de tiza -ese hermoso documental que han hecho en homenaje a Acuña- es el resultado de la exploración por los vericuetos más íntimos y conmovedores que muestran a un hombre que habita en un mundo paralelo donde la existencia es poética. Además, Círculo de tiza es una transposición segmentada de tiempos -de la Lima que fue, tan parecida a la actual en sus lastres y alegrías- donde es sencillo ubicarnos y entendernos. Una máquina del tiempo que sobresale a los embates del olvido.

Alcocer y Collazos arman un retrato con secuencias donde Acuña desnuda sus fantasías en diversos bares cuando bebe cerveza con los amigos, en la soledad de su decadente habitación limeña, en la extrañeza que da la migración cuando observa la calle desde un balcón en Suecia, en la preparación de sus personajes con una cámara como único testigo. Los realizadores toman, abren y multiplican las dimensiones de Acuña para mostrarnos a un hombre que nunca sacrificó su idea del arte, aunque tuviera responsabilidades más terrenales como una familia.

 

El amplio recorrido de Acuña por las tablas de asfalto y los pocos quehaceres domésticos asumidos con responsabilidad llegan a conocerse gracias a las entrevistas que los cineastas elaboran a familiares y amigos; además del cuidadoso y exhaustivo trabajo de archivo que han desarrollado. Acuña inició su carrera actoral en 1968 y hoy es un anciano que sigue brindando un espectáculo callejero que concentra a buena cantidad de personas en la segunda plaza más famosa del Perú. A sus 86 años, todavía guarda la misma fuerza contestataria de antaño, característica que se refleja cabalmente en Círculo de tiza.

 

El documental otorga la sinceridad y la transparencia que distinguen a los artistas genuinos. Acuña es sublime y cautivador, a veces demasiado hablador. La delgada línea entre su atribulada imaginación y la difusa realidad que lo rodea solo desaparece cuando su mirada se extravía en la nada, cuando cierra la boca y deja de contar historias increíbles. Este mimo, payaso, arlequín, mago, poeta, es un personaje real y maravilloso, casi macondiano. Está por encima de las calificaciones que ostentan las representaciones de papeles burdos. Acuña vive en un mundo alegórico. Acuña revierte los ciclos naturales del enseñoramiento y el confort. Su mundo no está regido por los códigos opresores de las responsabilidades creadas por un mundo egoísta. Círculo de tiza es grande porque puede concebir y exponer estas ideas a través de un personaje sin parangón.

 

No es gratuito que Círculo de tiza esté contado en tono intimista y poético. Sus imágenes son potentes por las recreaciones de las fantasías de Acuña, pero son más honestas por la nula impostura que obtiene de la esencia del personaje. No traza un retrato glorificador, reivindicador o revelador. Se trata de filmar con pasión lo que significa ser un hombre de otro tiempo y espacio, un espejo del propio producto audiovisual, bello artefacto potente, un río de emociones que conmueve y nos hace ver como ridículas criaturas que dependemos del tiempo, aquella bestia vestida de reloj. Este documental, por encima de cualquier término, es libertad creativa y Acuña es una condición artística tierna y brutal en las mismas proporciones.

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