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martes, 21 de marzo de 2023
Brújula de gestión empresarial

Nancy Yong

Foto del autor: Nancy Yong

Fraude...¿Otra vez?

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Nancy Yong 16/01/2023 12:23

El fraude es un tema que vemos recurrentemente en los noticieros del país y en el biorritmo empresarial a lo largo de la historia económica financiera mundial, el cual se presenta mayormente sesgado hacia el aspecto político y no como un serio problema que afecta a todos los estamentos de la sociedad.  Siendo que el fraude impacta a todos los agentes económicos, es decir, a las familias, las empresas, al Estado, entre otros; en esta oportunidad, nos enfocaremos en el fraude ocupacional, aquel que se perpetúa en el marco de una actividad empresarial, y en quiénes lo perpetran.

La Real Academia Española define al fraude como: acción contraria a la verdad y a la rectitud, que perjudica a la persona contra quien se comete; acto tendente a eludir una disposición legal en perjuicio del Estado o de terceros; delito que comete el encargado de vigilar la ejecución de contratos públicos, o de algunos privados, confabulándose con la representación de los intereses opuestos.

De igual forma, de acuerdo con el Manual de Examinadores de Fraude – ACFE (por sus siglas en inglés), los comportamientos inadecuados se entienden como fraude ocupacional: aquel acto intencional orientado a la privación de bienes materiales o inmateriales, para beneficio propio o de un tercero y comprenden sustancialmente:  actos de corrupción, apropiación indebida de activos y fraude de estados financieros o también entendido como manipulación de información financiera

Las acepciones antes mencionadas tienen en común: un perjuicio y la obtención de un beneficio; sin embargo, un aspecto sumamente relevante radica en la persona que lo ejecuta y es allí donde los diferentes autores y estudiosos han dedicado tiempo y espacio para investigar las razones por las cuales se llevan a cabo.  El más resaltante de ellos es Donad Cressey (1961), quien desarrolla la teoría que indica que para que un acto fraudulento se materialice, deben estar presentes tres elementos:

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Los autores del delito experimentan cierto incentivo o presión que los lleva a cometer el acto deshonesto, para lo cual debe existir una oportunidad que permita cometerlo, y los defraudadores generalmente son capaces de racionalizar o justificar sus acciones.  La recesión económica global es tal que cada uno de estos tres factores están más presentes que nunca:

1) Incentivo / Presión

El fraude puede, desde una perspectiva legal/penal, ser cometido por una persona jurídica; sin embargo, su realización son siempre acciones de individuos.  A veces se presume que las personas cometen fraude en beneficio propio y, en particular, para obtener dinero. Por ejemplo, se piensa que la gerencia “manipula” la información financiera con la finalidad de lograr los objetivos anuales a los cuales se ha comprometido;  no obstante, la realidad es mucho más compleja, ya que el beneficio personal es usualmente un factor; en otros casos, es la reputación e imagen personal.  La presión ejercida por los directivos o el deseo de colaborar con el éxito de la organización, puede ser la principal motivación.

El ocultamiento de pérdidas, adelantar ingresos futuros, seguridad laboral, poder o prestigio, pueden ser causas poderosas.  La presión de cometer fraude aumenta a medida que las personas se ven expuestas con respecto a la cobertura de sus diferentes necesidades o expectativas, que pueden ir desde las más básicas de alimentación y salud hasta aspectos de realización y desarrollo profesional.

2) Oportunidad

Más allá de generar oportunidades, el cambio, como todos sabemos, es lo único permanente.  Sin embargo, lo relevante es cómo la recesión económica está forzando el ritmo de dicho cambio.  Las organizaciones que buscan reducir sus costos y gastos deben hacerlo con poco tiempo de reflexión, tratando a la vez de ser ágiles y resilientes;  pese a ello, pueden no considerarse aspectos como relajamiento de las actividades de control; así como evidenciar conflictos de segregación de funciones ante la disminución de personal en beneficio de menos costos laborales; siendo que los procedimientos destinados a detectar anomalías podrían ser eliminados.

3) Racionalización

El tercer elemento del triángulo del fraude es la capacidad de las personas, ya sea el personal de operaciones de primera línea o miembros del directorio, de racionalizar un acto fraudulento.  A continuación, mencionamos algunos ejemplos de racionalización, basados en la percepción de que el fraude es una moneda corriente, dado que todo el mundo lo hace y no pasa nada, pues si no lo hago yo otro lo hará:

a) “La única forma de obtener contratos importantes es pagando sobornos”.

b) “Manipular el estado de situación financiera o la contabilidad en general no es fraude, es simplemente ser un poco innovadores en la interpretación de las normas contables”.

c) “Esta compañía es sólida; si tengo que cruzar la línea para lograr los objetivos planteados, entonces lo haré”.

d) “Tengo mayores derechos que “x”, así que adelanté ingresos para poder obtener la comisión que merezco”.

e) Y un largo etcétera…

Como ya lo hemos mencionado en otra oportunidad, la forma más efectiva de gestionar este tipo de situaciones es considerar como base la definición y establecimiento de una estructura de gobierno corporativo acorde con la industria y las necesidades de una empresa, que vaya evolucionando de acuerdo con su madurez y ciclo de vida. En ese sentido, se debe considerar como uno de sus pilares de vital importancia el cumplimiento de tres principios fundamentales:

1) Gestión integrada de riesgos con base en un marco de referencia de control interno y de gestión de riesgos y cumplimiento; incluyendo la implementación de un modelo de prevención de acuerdo con la Ley 30424 en el caso peruano

2) Establecimiento de un área independiente de auditoría interna

3) Contar con auditorías financieras llevadas a cabo por auditores externos

Finalmente, debe enfatizarse que una activa participación del directorio define el éxito en la gestión del riesgo de fraudes en sus organizaciones.  Recordemos que “en arca abierta hasta el justo peca”, aforismo popular bíblico que llevado al quehacer empresarial, nos enseña que dada la naturaleza humana, en un ambiente de trabajo debe evitarse situaciones que faciliten la comisión de fraudes.

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SOBRE EL AUTOR

Nancy Yong

Nancy Yong es socia de Advisory en PwC Perú, líder de Servicios de Gobierno Corporativo, Riesgos & Cumplimiento y Servicios Forenses. Experta en gestión integral de riesgos y controles, cumplimiento normativo y tecnología de información; incluyendo labores de asesoría a directorios, comités especializados como los de gobierno corporativo, riesgos y de auditoría, así como a la alta gerencia. Igualmente, cuenta con especialización en actividades de investigación forense y auditoría (externa e interna). Contadora Pública colegiada y bachiller en Ciencias Administrativas, cuenta con una maestría en Administración de Negocios y otra en Dirección de Marketing y dos Diplomados en Finanzas. Es conferencista internacional y acreditada con las más relevantes certificaciones en su ámbito de competencia, incluyendo aspectos de innovación y transformación digital. Actualmente es profesora de postgrado en distintas universidades del Perú; así como columnista permanente en medios especializados y de negocios. Adicionalmente, es miembro del cuerpo consultivo de la Facultad de Ciencias Contables de la PUCP, socia honoraria y miembro de la Plataforma Directores Perú de Women CEO.

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