Fuera de un laboratorio esterilizado y acompañado de dos gatos, Justin Atkin sostiene una cura creada por sí mismo. Tres píldoras le harán, explica en un clip en , tolerante a la lactosa: la información genética de una proteína insertada en ellas le facilitará digerir los lácteos que su organismo no produce.

Su caso ha generado revuelo aunque no tanto como el de Aaron Traywick, el ya desaparecido joven que saltó a las revistas científicas por inyectarse una terapia genética experimental no probada en humanos.

Ambas se cuentan entre las aplicaciones más moderadas de ‘biohacking’. Movimiento, según define Fanny Casado Peña, docente de ingeniería biomédica de la PUCP, que se orienta a la experimentación con material biológico de forma libre no sujeta a entidades reguladoras ni mecanismos de propiedad intelectual. El acercamiento más próximo de la ciencia a la ciudadanía, el traslado del laboratorio al hogar.

Hágalo usted mismo

Una de las vertientes que ha facilitado la difusión del ‘biohacking’ es DIY (do it yourself) o biología de garaje, práctica que admite que cualquier persona pueda abocarse a la modificación casera de sus genes.

Así, según NYT, a medida que se abaratan los equipos y se difunden más conocimientos acerca de técnicas de modificación genética, surgen más ciudadanos-científicos con ideas para manipular el ADN de maneras sorprendentes.

Bajo esta premisa, sus promotores recurren a la experimentación biológica colectiva y en abierto. Muchas actividades han derivado en experimentos fallidos como el del biohacker que se inyectó ADN modificado para aumentar su musculatura; otras han sido más extremas como los trasplantes fecales para mejorar la fibra bacteriana intestinal o las modificaciones genéticas para tratamientos no demostrados contra VIH.

“Esta es la primera vez en la historia en que los humanos ya no son esclavos de los genes con los que nacen”, escribió Josiah Zayner, ex biólogo de la NASA que defiende la posición de que la ciencia debiera salir de los círculos académicos tradicionales. Su site, The Odin, ofrece por apenas US$ 159 un kit de ingeniería genética bacteriana.

“Neil Harbinsson fue la primera persona cyborg reconocida: tiene una antena con la que percibe el sonido de los colores”.

Transhumanismo

Pero los hackeos que más despiertan la atención ya no son los chips subcutáneos que permiten interactuar con dispositivos móviles. Son, por lo contrario, imanes en la yema de los dedos para sentir la radiación electromagnética, implantes para sobrellevar el Parkinson o dispositivos subdérmicos que alertan si se está a punto de padecer un infarto.

Estas diversas aplicaciones, según Leopoldo Yábar, docente de ingeniería biomédica de la UTP, encajarían no obstante en otro movimiento extendido de ‘biohacking’: grinder, una rama transhumanista o de modificación del cuerpo humano mediante métodos tecnológicos donde la electrónica es fundamental.

Ampliando capacidades propias

Más allá de ello, el biohackeo puede ser aplicado también para potenciar algunas capacidades humanas.

Esto significa, según el portal especializado Retina, crear humanos mejorados que puedan, por ejemplo, tener extremidades robóticas, ver en la más insondable oscuridad con unas lentillas hasta almacenar ingentes cantidades de datos en cerebro con chips incorporados.

De hecho, para conseguir capacidades que lindan con las de superhéroes, los biohackers que, según Yábar, encajan dentro del movimiento nootrópico se amparan en dispositivos ultrainteligentes, estimulantes de la memoria y potenciadores cognitivos para mejorar a niveles insospechados el rendimiento del cuerpo y la mente.

OTROSÍ DIGO
¿ADN con virus?

Ataques. Aunque las amenazas dirigidas a cadenas de ADN están lejos de ser prácticas por los recursos que demandan, un estudio de la U. de Washington sostiene que podrían ser más probables en el tiempo. Esto “conforme la secuenciación del ADN se convierta en algo más común”. Por lo pronto, los científicos ya han conseguido esconder un virus informático en una cadena de ADN.

EN CORTO
Debate. Expertos coinciden en que sería difícil que biólogos aficionados puedan diseñar virus mortíferos sin soporte profesional. Sin embargo, por lo pronto un equipo logró recrear una enfermedad extinta de la familia de la viruela: viruela equina. Por lo cual el temor perenne es que sea posible cometer abusos.

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