Chile, ante un cambio cultural para dejar de usar bolsas plásticas

tienen, por ley, sus días contados en , pero se necesita un cambio cultural para que el comercio y los supermercados dejen de entregarlas y la población evite reutilizarlas para la basura.

"Me tiro yo mismo la oreja, tenemos que aportar a mejorar nuestro medio ambiente", se reprocha Marcos Santibáñez, un comprador de un supermercado en Santiago, con un carro lleno de productos en

, donde sólo un 4% de los 17.5 millones de sus habitantes recicla, dejar de utilizar las y reemplazarlas por sacos biodegradables, reutilizables o de tela, es un verdadero cambio cultural. Se estima que los chilenos usan 3,400 millones de al año y al menos un 90% de ellas termina en vertederos. O en el mar.

"Lo que nos obliga la ley es a un cambio mucho más cultural. No hay temas respecto a cambios de inversión. Más que pensar en cambiar o invertir en otros plásticos, el mundo del plástico se acabó", reconoce a la AFP Rodrigo Sahr, gerente de Marketing de supermercados Jumbo y Santa Isabel.

Por más de 40 años, los chilenos han utilizado las plásticas para acarrear las compras en supermercados y tiendas comerciales o para depositar la basura en sus casas sin preocuparse de la grave que generan, en particular en los océanos. El 90% de las aves marinas consumieron algún tipo de plástico, estiman agencias medioambientales.

En el invierno austral, en el litoral chileno de más de 4,000 km de extensión, apenas hay personas. Pero sí basura. En varias playas del centro del país, los desechos están regados en la arena, mientras que en las heladas aguas del océano Pacífico, yacen en el fondo del mar y en la superficie forman descomunales islas.

Islas de plásticos en el océano

"Hay islas de plásticos en las costas entre Chile y Perú del tamaño de México (unos dos millones de km2)", dice Marcela Cubillos, ministra de Medioambiente de . "El daño es evidente no sólo por la cantidad, sino porque (las bolsas) permanecen 400 años sin degradarse" y sólo tienen una vida útil de 30 minutos, agrega.

En 2016, un programa estatal de limpieza barrió 218 kilómetros de playas en 103 comunas chilenas, recogiendo 93 toneladas de basura. El 90% de estos residuos eran plásticos.

En el océano, el plástico –para cuya fabricación se usa petróleo- se degrada en millones de microfragmentos que son ingeridos por peces y mariscos y quedan atrapados en su organismo; luego, el ser humano se los come, llenando de tóxicos peligrosos su cuerpo.

Diversas especies que viven en ecosistemas marinos son afectadas por la interacción con plásticos, sea por ingestión o por estrangulamiento, provocándoles en muchos casos la muerte.

Prohibición total

El cambio no pasa sólo por llevar tu propia al supermercado, sino también por dejar de utilizar para la basura, una práctica muy habitual en Chile pero "tremendamente inapropiada, porque (las bolsas) se rompen con mayor facilidad y no cumplen con la función de trasladar los residuos a los rellenos sanitarios", sostiene la ministra Cubillos.

El gobierno chileno decidió ampliar a todo el territorio la prohibición de plásticas en los comercios que hasta ahora estaba restringida a las poblaciones costeras y a la turística Patagonia chilena.

La norma apunta a "prescindir" de que se han vuelto un dolor de cabeza para el país, por lo cual "tenemos que abordarlo todos los chilenos y por eso optamos por una prohibición a nivel nacional", explica Cubillos.

La ley, aprobada por el Congreso chileno a finales de mayo, debería ser promulgada en los próximos días por el presidente Sebastián Piñera, una vez que el Tribunal Constitucional desestimó a principios de julio un recurso de las empresas productoras de plásticos.

Los fabricantes de bolsas se quejan de que la ley está provocando pérdidas económicas cercanas al 50% de sus ingresos y las obligó a despedir trabajadores y a buscar otros rubros con el fin de mantenerse en el mercado.

La prohibición de las bolsas, que incluye a las reutilizables y las biodegradables, ya había sido adoptada por más de un centenar de comunas, la mayoría de ellas costeras, cansadas de la provocada por los plásticos.

A partir de la promulgación de la ley, los supermercados y grandes tiendas tienen seis meses para dejar de entregar bolsas a sus clientes, mientras que las llamadas tiendas de barrio o pequeño comercio tendrán un periodo de adaptación a la norma de dos años.

Quienes no la cumplan, deberán pagar multas de hasta US$ 350, según el gobierno. La revolución cultural está en marcha.